Frozen: una aventura congelada

En Frozen se nos cuentan las aventuras de una preciosa princesa Anna, que sale en busca de su hermana Elsa, ya reina, quien se ha alejado para vivir en majestuosa soledad en un palacio de hielo, situado allende las montañas del reino de Arendelle. Elsa, que tiene poderes mágicos para crear nieve y congelar los ambientes, no se resigna a aceptarse a sí misma, avergonzada de tales poderes y de los efectos negativos que va creando con ellos en su paso por la vida. Pero Anna es optimista y valiente, y está decidida a traer a su hermana al mundo normal. Junto con un joven hombre de las nieves y de las montañas, Kristoff, su reno Sven y un curioso y divertido muñeco de nieve, Olaf, emprende una jornada repleta de aventuras y peligros para salvarla y para descubrir muchas cosas sobre la vida y sobre el amor.

La música y las canciones son bastante pegajosas y muy a tono con el sentido de la trama y el carácter de los personajes. El ritmo es rápido y la acción abundante, pero no tanto como para que se atropelle al espectador. Cuatro grandes temas se van tejiendo, todos ellos cautivantes y valiosos. No es que esto sea tan importante para los espectadores, que en general disfrutan y se ríen, pero sí es importante cuando se considera el poder sutil que tiene el cine para crear hechos culturales y estilos humanos de comportamiento, sobre todo en los niños, que además de reír inocente y despreocupadamente, van leyendo y captando símbolos y modelos.

Desde un primer punto de vista, Frozen se refiere a valores familiares. Elsa y Anna son ante todo dos hermanas que se quieren, a pesar de las diferencias y de las circunstancias. Su amor mutuo es capaz de superar todas las pruebas, sin importar que Elsa sea incapaz de expresarlo con libertad. Este vínculo de hermandad es absolutamente poderoso y hace que queden en segundo plano los tradicionales roles amorosos y románticos.

El trato entre los personajes, sean estos de carácter humano, animal o fantástico, está dominado por la empatía y por el sentir mutuo, generando bellos momentos de identificación entre ellos, aún en aquellos enteramente disímiles. Solo se alejan de estos contactos energéticos e íntimos los personajes “malvados” y “desconsiderados” de la historia, y esto es evidente en general para los espectadores que lo captan ante todo por la tonalidad de las voces, el sentido de las canciones y los gestos y actitudes. Desde lo educativo podríamos decir que es una película que siembra empatía como actitud comunicacional.

Cabe destacar lo que tiene que ver con los poderes mágicos. Es interesante que se resalte en qué medida es una bendición relativa el contar con poderes o genialidades extraordinarias o especiales, ya que pueden dar como resultado el aislamiento, la incomprensión, el desánimo e, incluso, la generación de comportamientos peligrosos para los demás, que no alcanzan a comprender las situaciones que se desatan. Elsa personifica todo el rango de poderes mundanos y mágicos y su impacto sobre las personas que los poseen, cuando estas no son capaces de integrar la situación, en general por falta de acompañamiento de los padres, de tal manera que se aceptan a sí mismos y sus consecuencias, para que los sepan usar con buen criterio personal y comunitario.

Si bien pareciera ser un cliché, al final todo se resuelve con el amor, elemento que desata una energía muy superior a la de los poderes extraordinarios. Este es un mensaje bello y valioso. Es entonces el amor, el límite que encasilla los poderes y los hace en verdad valiosos, para que la vida no se congele y se vuelva fría y lejana.