Guerrero e Iturbide: las costumbres políticas en México

Colaboración: Francisco Zúñiga González

zugoz87@gmail.com

Cuando tocamos con nuestros pensamientos la lucha por la independencia de nuestro país, se nos proyectan de forma inmediata las figuras de don Miguel Hidalgo y don José María Morelos mezclados con el sentimiento de libertad mexicana. Claro está que a estos personajes se les ha reservado un espacio en nuestra memoria por ser los iniciadores y aquellos que portaron los principios de una nación que debía ser justa para sus ciudadanos.

Sin embargo, no solo a los iniciadores se les debe entregar ciegamente todo el reconocimiento; ¡sí!, ellos pusieron las primeras piedras del cimiento independentista, pero no culminaron con la construcción del sistema de gobierno independentista. Por lo que la victoria debe ser compartida también por aquellos que resistieron las embestidas del tiempo y las opiniones en contra.

Don Vicente Guerrero y don Agustín de Iturbide, dos personajes con caminos totalmente diferentes en la vida de la Nueva España, que al cruzarse concretaron una emancipación con el origen conquistador de esta tierra. Estos caballeros son imprescindibles en nuestra historia nacional y deben estar dentro de la memoria patriótica de los mexicanos como aquellos que lograron lo imposible, “absorber al sistema virreinal español para convertirlo en parte de un proyecto independentista mexicano”.

Para entender los ideales de estos dos hombres debemos analizar primeramente la forma en que se desenvolvieron sus vidas. Don Vicente Guerrero, perteneciente a una casta no criolla (mestizo o mulato), se formo en una familia que no le pudo pagar una formación profesional como la que podían pagar la mayoría de los criollos. Sin embargo, gracias a las múltiples ocupaciones que su padre (arriero, comerciante, armero) y de un tío militar, adquirió una educación empírica, lo que le permitió formar en él una habilidad autodidacta para la solución de problemas que se le presentaran. Sus inicios en el ejército insurgente se deben a que su padre, siendo armero (dedicado a la fabricación y mantenimiento de armamento militar), estableció relaciones cercanas con la familia Galeana, de la cual surgieron personajes que apoyaron la rebelión de independencia. Influenciado por esta familia y por la presencia de don José María Morelos en su tierra natal, comenzó su carrera militar en el lado de los proscritos del reino. El mismo don José María Morelos describía a Guerrero como “un joven de rostro broncíneo, alto y fornido, de nariz aguileña, los ojos vivos y claros y grandes patillas”.

Por otra parte, la familia Iturbide, con una buena cantidad de recursos económicos, tenía la posibilidad de que don Agustín abrazara la carrera militar, por lo que el joven de origen criollo comenzó su carrera en el Ejército Realista. Lucas Alamán lo describió como un “hombre de buena estatura, hermoso, afable, de modales educados, de conversación fácil y persuasiva”.

Cada uno en un bando distinto y con ideales similares pero no iguales, vivieron una fractura en el sistema de gobierno de la monarquía española, en la que se instauró una monarquía constitucional con la Constitución de Cádiz en 1812, la cual era radical, de corte liberal, en la que se limitaba el poder del rey y se le concedían derechos civiles a todos los ciudadanos del reino, incluidas las colonias de España.

Esta fractura fue fundamental para reordenar las fuerzas políticas en la Nueva España y principalmente en las clases sociales adineradas que pronosticaban la pérdida de los monopolios y demás prerrogativas políticas a causa de las nuevas disposiciones liberales, por lo que aquellos hombres privilegiados decidieron asociarse para derrocar el sistema virreinal y manipular una monarquía mexicana, grupo llamado La Profesa.

La postura de don Agustín es interesante; portando el uniforme del ejército del virrey, traicionaba de pensamiento a su institución, ya que consideraba que la Nueva España debía pasar a sostenerse por sí misma. Es decir, la independencia en un aspecto económico, ya que preservaban el derecho de establecer una monarquía dirigida por Fernando VII (rey español) o la casa imperial.

Una fuente que influenció en las acciones políticas y militares de don Agustín fue La Profesa, ya que encontraron en él la representación de sus pretensiones, por lo que este, teniendo una perspicacia política inmensa, dedujo que tenía en sus manos a la bestia política más importante de la Nueva España y que podía manipularla para fijar un nuevo proyecto de gobierno, en el que se instaurara una monarquía constitucional mexicana, ofreciendo el gobierno a la familia imperial española y en su indecisión crear una regencia que gobernara a la Nueva España hasta que se nombrase monarca (cláusula en todo momento premeditada por don Agustín, para poder acceder al poder de la nación emergente, ya que sabía que Fernando VII desconocería toda ley elaborada sin su consentimiento), lo que se materializaría el 24 de febrero de 1821 como el Plan de Iguala.

Hombre decidido al parecer, don Vicente Guerrero, desde la muerte de don José María Morelos, continúo de manera autónoma operando el sur del país en la lucha de los ideales heredados por los curas insurgentes. Supo defender los territorios propinando derrotas a los realistas, por lo que el virrey, viendo la astucia del guerrillero y su inquebrantable voluntad, decidió convencerlo de otra forma en la negociación política (ofreciendo perdón a su vida y cargo militar).

En todo momento se negó, ya que era fiel al principio de independencia, pero una independencia en todos los aspectos sociales inculcados por el régimen español por 300 años (abolición de la esclavitud, castas, acceso a los americanos a los cargos de representación popular); un proyecto revolucionario que cambiaría rotundamente la vida en la Nueva España. Sin embargo, era consciente que sus posibilidades eran muy escasas, por lo que buscaba asociarse a algún jefe militar del ejército realista para que apoyara su iniciativa de independencia.

Las pretensiones de consolidar un pacto por la independencia de la nación de Guerrero llegaron finalmente a Iturbide, quien, teniendo el soporte de su ejército y la manipulación de La Profesa y el virrey Apodaca, le faltaba el último ingrediente y Guerrero se lo estaba ofertando. Existe aún una incógnita: cómo Guerrero accedió a la propuesta de Iturbide, porque negoció una independencia sin anexar ningún principio por los que daba la vida, en los que justificaba su lucha.

Tal vez pensaba en que la gente del campo debía tener un periodo de paz y que la independencia de Iturbide, buena o mala, se lograría; o tal vez Iturbide sí le juró de aliento una independencia como la que él quería, para sumarlo a las filas del Ejército Trigarante. En esta proyección de ideas y conjeturas en la que juegan el papel de independizadores de la Nueva España don Vicente Guerrero y don Agustín de Iturbide, parecen darnos la raíz de las posturas políticas actuales, la “simulación del bienestar del país, para beneficio de la élite”.

Los proyectos populares que iniciaron con el Grito de Dolores y que fueron confiados bajo la responsabilidad de Guerrero, que simbolizaban la patria que quería el pueblo, no se formalizaron en el Plan de Iturbide. Se quebrantaron bajo la voluntad de un hombre, que sí cortó el cordón umbilical con España pero que dejó intactas las estructuras sociales internas.

Entonces ¿debemos considerar este evento como la consumación de independencia de México? O ¿solo como un paso en el proceso de una independencia global? Y conociendo los hechos de constante pugna por el poder político en nuestra historia, ¿vivimos actualmente una etapa de recesión de la revolución de independencia?