El documental vive un momento sin precedentes. Tan solo este año, el género permitió que familias de 190 países se conmovieran con la historia de las madres mexicanas que buscan a sus hijos desaparecidos.

Si antes este tipo de producciones destacaban en festivales y contadas salas de cine, hoy la docuficción Ruido, de Natalia Beristáin, rompió un récord, al ser vista 7 millones 180 mil horas en todo el mundo durante la segunda semana de enero de 2023, según datos de Netflix.

La cinta cuenta la historia de Julia (Julieta Egurrola, madre de Beristáin), una mamá que busca a su hija, que desapareció durante un viaje con sus amigas.

Es la lucha del colectivo Voz y Dignidad por los nuestros SLP, liderado por una madre, Guadalupe Mendiola, quien agradece la proyección que colocó a Ruido como el producto de habla no inglesa de la plataforma más visto del orbe. “Se ha podido dar a conocer el trabajo de los colectivos y sensibilizar a quienes no sabían hasta dónde era nuestro trabajo en la búsqueda de un familiar, esa omisión que hay por parte de las autoridades y cómo no solo hablamos de cifras”, dice Mendiola.

La mujer de la que se basa la historia destaca la repercusión que ha conseguido en distintos entornos, incluidos padres de familia que le aseguran haber tomado conciencia de los peligros que hay en el país.

Un género bajo la lupa

A pesar del éxito, Ruido no es un trabajo perfecto. El filme no solo ha recibido críticas de espectadores en redes sociales, sino de colegas, como José María Espinosa, director del documental de 2021 Te nombré en el silencio, que aborda el mismo tema y puede ser visto en plataformas bajo renta.

“Esta película es la centralización de la narrativa de desaparecidos en México. Me refiero a la versión ‘voyeur’, mediocre, lejana de lo que pasa”, escribió el realizador. “Es una película dolorosamente panfletaria… Se siente impostada, fría, calculadísima. El personaje principal es una turista más en los grupos de búsqueda”.

Consciente de las críticas, Beristáin prefiere rescatar el impacto social que genera este trabajo, el cual espera alcancen todos los proyectos que abordan problemáticas no sólo de México sino del mundo. “Me llevo en el corazón un tuit de una chica que decía que vio la película con su padre y, cuando terminó, él volteó y dijo ‘por primera vez en la vida, ya entendí por qué salen y por qué gritan y rayan, y nunca más volverás a escuchar una queja de mi parte’. La verdad es que no hay publicidad que pudiera apagar el boca a boca que está generando”, dice la cineasta.

“Desafortunadamente caminamos sobre muertos”, matiza Mirna Medina, fundadora de Las Rastreadoras del Fuerte, un grupo de madres que con picos, palas y varillas busca a sus seres queridos en fosas de Sinaloa.

Ella es la protagonista del documental Te nombré en el silencio, de Espinosa, que obtuvo dos nominaciones a los premios Ariel. “Luego de este trabajo comenzamos a empujar con la Ley de Víctimas y hoy contribuimos con las comisiones de búsqueda, tanto nacional como estatales, y damos información sobre lugares en donde puede haber fosas clandestinas”, añade.

Aunado a las críticas por los temas que aborda, otro riesgo del género recae en la inmediatez, pues realizadores coinciden en la reacción disminuye con el paso del tiempo. “Nadie se ha comunicado (de las autoridades), pero nos importa la gente”, reconoce Beristáin.

El director Carlos Pérez Osorio padeció esto con Las tres muertes de Marisela Escobedo, cuyo éxito abrió un debate político en Chihuahua. “Pues sí se pronunciaron, pero hasta la fecha no tenemos nueva información, esto ya pasó hace mucho tiempo”, lamenta.