“Hay que desaparecer a los billonarios”, afirma tajante la narradora y dramaturga Sabina Berman. “No deberían existir en el sistema de la tribu humana. Sí son un peligro, son un elemento de injusticia. Consideran que lo único valioso del ser humano es trabajar, ¿quién dijo esto?”.
La novela Los billonarios desaparecen… (Grijalbo) pone en duda, combinando la sátira social con la reflexión política, que el 1 por ciento más rico de la humanidad se beneficie del 85 % de la riqueza y cuestiona su responsabilidad frente al futuro del planeta. “Es una historia que expone, desde la ficción, cómo la acumulación sin límite ha erosionado la promesa de libertad, igualdad y prosperidad”, comenta Berman en entrevista.
La trama, detalla, transcurre en Davos (Suiza), sede del Foro Económico Mundial, donde un Nobel de matemáticas convertido en apicultor decide enfrentarse, de manera literal y simbólica, al puñado de multimillonarios que concentran la riqueza global.
Él escribe la fórmula que sintetiza el neoliberalismo. Sufre un ataque cardiaco. Le abren el pecho, le sacan el corazón y le ponen el corazón de una madre recién muerta, que dejó a dos niñas huérfanas. “Cuando despierta de la anestesia, se siente otra persona, porque su corazón es de otra persona y bombea sangre distinta. Y empieza a ver el mundo de otro modo. Se topa con las abejas del hospital. Y su obsesión por los números se convierte en una obsesión por las abejas”, cuenta la ensayista. “Las abejas le enseñan otra forma de organizar la vida social, en cuyo centro está el almacén de toda la tribu. Y cambia su postura sobre lo que hace la humanidad”, agrega.
Dice que comparar la forma en que viven y se organizan las abejas y los humanos se le ocurrió de la observación de estos insectos y de la vida económica. “Yo soy materialista, como Aristóteles. El filósofo griego les decía a sus alumnos: no especulen, no hagan conjeturas, no inventen; solo observen. La novela sigue su consejo”, afirma.
La también guionista y directora de cine y teatro está convencida de que “en cada cosa está su respuesta. Después de muchos años de observar la vida económica del neoliberalismo y de las abejas, se me ocurrió una historia que uniera ambas”.
Indica que el zumbido de las alas de las abejas es como el lenguaje de los humanos. “La palabra es lo que nos permite actuar como un conjunto, como el zumbido de las alas a las abejas. La gran diferencia es que la palabra, con la que los humanos estamos haciendo ruido todo el día, agrega algo más a la comunicación: una realidad que alucinamos”, refiere.
“Eurípides dice que el pecado de la tribu humana es ese decir algo más allá de lo real, inventar o mentir. Pero, básicamente, nuestros sistemas políticos y económicos dependen de eso, de inventar algo que no está. Por eso se equivocan”, añade.
La novela utiliza varios símbolos: “La miel es una metáfora del dinero, y el zumbido de la palabra. Pero en la forma de organizarnos somos muy distintos. Las abejas todo el tiempo cooperan, porque su banco de recursos es comunitario y comparten”.