Es toda una narración cinematográfica, que resulta ser heroica, dramática, poderosa y motivante a tal punto que quienes la ven sonríen, lloran y se conmueven, en la medida que la narración va avanzando.
Los comentaristas, al respecto, afirman que la vida de Jesús tiene una relación significativa en esta cinta, combinando en su presentación, todo el alcance que tiene y el impacto de una película de acción, con la belleza de una vida de intimidad del Señor, pues Jesús es presentado como el León y el Cordero a la vez.
La producción presenta brillantes actuaciones de los protagonistas, exóticos lugares, impresionantes efectos visuales y una exquisita música orquestal, del ganador del premio Óscar Hans Zimmer. El actor portugués Diogo Morgado, que hace el papel de Jesús, interpreta de una manera hermosa y humana a Jesucristo, el Hijo de Dios, mientras que la película abarca desde su humilde nacimiento en Belén, hasta sus enseñanzas, su crucifixión, muerte y resurrección/ ascensión, aunque en ella no se presenta, de manera exhaustiva, la vida pública de Jesús.
Comienza presentando al autor del IV Evangelio, san Juan Evangelista, con su prólogo acerca del Verbo encarnado, situándolo desde su destierro en la isla de Patmos, y además, contemplando al Verbo encarnado como culmen de la historia de salvación del Antiguo Testamento. De forma que nos hace “repasar” las grandes etapas de estos sucesos, desde la creación del mundo y del ser humano, hasta el destierro del pueblo judío en Babilonia (podemos contemplar la creación del universo, a Adán y Eva, la historia de Sodoma y Gomorra, la elección de Abraham, la vocación de Moisés, la experiencia de la liberación de la esclavitud de Egipto, los tiempos de la monarquía hasta el destierro), desembocando con la llegada de Cristo, principio y fin de la historia. Nos hace ver que, en Cristo y por Cristo, la historia tiene sentido y con Él se cumplen las esperanzas y la promesas, dadas por Yahvé a su pueblo Israel y al mundo.
Sigue con el relato del nacimiento de Jesús en Belén, para continuar con la infancia, la visita de los pastores y de los magos al mismo tiempo, al fusionar los relatos de Mateo y Lucas. A lo largo de la trama, presenta la dominación romana como tiempo de opresión, sufrimiento, maltrato y explotación del pueblo judío de forma dramática, asimismo la personalidad cruel y despótica del procurador romano Pilato, reflejando muy bien el odio que él profesó por el pueblo judío, dato que sabemos por otras fuentes no bíblicas, de Pilato que, en la práctica, no le temblaba la mano para sofocar cualquier rebelión de los judíos, ahogando con sangre los amagos de violencia y sedición, con violencia inusitada. Un Pilato frío e insensible, que no tanto proclama la inocencia de Jesús, como lo hace, por ejemplo, san Lucas Evangelista, sino como un hombre despiadado, que no se deja llevar por el llanto de su mujer, quien, en la película, insiste en la inocencia de Jesús y se entristece por el Maestro, “hombre puro… enviado por los dioses”, como ella lo afirma.
Por otra parte, se refleja muy bien en el filme, la personalidad de los fariseos y su apego irrestricto a la ley, desde su manera de verla, su porte legalista e hipócrita, cuando critican a Jesús, le ponen trabas, lo mismo al tratar de intimidarlo, cuando el Señor se pone de parte de los pobres, enfermos y pecadores. Uno de ellos, se presenta como lo que probablemente fueron los fariseos, según la crítica y denuncia que de su comportamiento hace Jesús. También destaca el papel de Caifás, el sumo sacerdote, presentado desde la figura que de él hace el evangelista San Juan, en los relatos de la pasión.
¿Qué decir del Jesús de esta película?
Un Jesús humano y cercano, sencillo y pobre, tentado y probado, siempre al lado de la gente, especialmente de aquellos que son pobres y marginados, pecadores y despreciados. Sus discípulos son presentados como debieron serlo: personas del pueblo, trabajadores y artesanos, especialmente se le da cierta relevancia a la figura de Pedro, pues con él y su pesca milagrosa, aparecen los primeros pasos de Cristo. Pedro y Judas Iscariote se nos presentan aquí en su faceta más humana y cercana a nuestras propias debilidades y pecados; con ellos Jesús mantiene una cordial relación. Los discípulos son presentados como hombres que saben reír, llorar y estar al lado de Jesús, a tal punto que lo aclaman como Mesías, poco después de multiplicar los panes, de forma entusiasta y alegre junto al pueblo judío.
Los milagros son pocos en la película, pero con significado desde la fe: la multiplicación de los panes, que manifiesta a un Jesús compasivo del hambre del pueblo y el de su caminata sobre las aguas, para ayudarle a sus discípulos a descubrirlo en medio de la tempestad y poner de manifiesto así la fe pobre de Pedro. En el relato de la resurrección de Lázaro, vemos a Jesús que entra a la tumba y se coloca a la cabeza del difunto y con el gesto de un beso, lo resucita (apartándose un poco así del relato de Juan, que coloca a Jesús ante la tumba de Lázaro). Con este beso le comunica su misma vida.
María de Nazareth, la madre de Jesús, aparece poco, si tomamos en cuenta su participación en la vida del Señor (nacimiento, vida pública, pasión y muerte). Una mujer en todo al lado de su Hijo, que lo acompaña en su pasión, que llora y sufre por él (conserva, en este relato, algunos elementos de la película La Pasión de Cristo, como, por ejemplo, su encuentro con Jesús en la calle de la amargura, camino del Calvario, ayudándolo con su cruz). Una verdadera madre, que pregunta la razón del sufrimiento de su Hijo y asiste desolada a su muerte de cruz.
No encontramos, en esta cinta, los acentos tan sangrientos de La Pasión de Mel Gibson, que, como vimos, son inauditos y terribles, en comparación con otras de su mismo género dramático. Si bien es cierto, no deja de lado los maltratos sufridos por el Señor, que suponían su proceso y ejecución a la usanza romana, los autores de la película no tienen demasiado interés en presentarlos. La figura de Jesús no pierde su grandeza y ecuanimidad, sin dejar de lado su humanidad sometida al dolor y a la muerte.
En toda la trama se mezclan acontecimientos de la vida de Jesús y enseñanzas, tal vez porque la vida de Jesús tiene esa doble cara: vive y enseña; enseña con su vida y su gestos. No se sigue a veces un orden lógico, sino teológico, pues quiere transmitir algo para la vida. De forma que es bueno tener esto en cuenta, quienes estamos acostumbrados a seguir estrictamente el orden exacto de la vida de Jesús, según los Evangelios.
En los acontecimientos de la muerte de Jesús, notamos que sigue de cerca todos los eventos del Viernes Santo, narrados por el evangelista San Mateo. Y en el acontecimiento de su resurrección, se nos recuerda la visita de María Magdalena y de Pedro al sepulcro, según la versión que nos ofrece san Juan, y la incredulidad de los discípulos, incluyendo a Tomás. Tanto a ella como a Tomás, Jesús se les manifiesta para confirmar su fe, así también la de sus discípulos dudosos.
La historia termina con el envío misionero de los discípulos, y la ascensión del Señor, que no se presenta aquí con detalles, sino que se presupone. Y escuchamos en boca de Pedro una consigna evangelizadora: “Tenemos trabajo que hacer”. La película comienza con las primeras palabras del Evangelio de Juan y termina con las últimas del Apocalipsis.