Sofía Quezada Amaro tenía 11 años cuando le dieron un papel protagónico en cine, el de una niña que durante un verano pierde a su mejor amiga, conoce el amor y es testigo de un divorcio. “Me decían ‘la máquina de llorar’”, recuerda Sofía de buen humor, respecto a las secuencias en las que debía estar triste.
Armas blancas, título del filme que llega este fin de semana a salas nacionales, es una historia de crecimiento dirigida por la debutante Mariana Musalem, quien se basó en su propia experiencia y en la de niños y niñas actuales.
Durante el proceso, preguntó a los infantes qué era lo que experimentaban ellos cuando se alejaban de un amigo, cómo reaccionaban si alguien les gustaba y si habían tenido una pérdida fuerte.
“A mis amigos les preguntaba si algo así les había pasado en su niñez, y a las que ya eran mamás cómo manejaban eso. Me di cuenta que siguen siendo lo mismo y que pasamos por las mismas emociones y sentimientos de querer agradar a alguien, de gustarle a alguien, sentir el primer beso”, dice la realizadora.
El filme se rodó mayoritariamente en una casa de Morelia, Michoacán, y las playas de Acapulco, poco antes del estallido de la pandemia de covid-19.