Influencers pierden influencia

Prometieron un festival de música con “experiencias culinarias de primera clase y atmósfera de lujo” y lo que acabaron encontrando fue “algo más cercano a Los juego del hambre o El señor de las moscas que a Coachella”.

Así arranca la demanda conjunta que ha interpuesto un grupo de perjudicados contra la organización del Fyre Festival, un festival en Bahamas por el que los asistentes habían pagado entre mil 200 y 100 mil dólares para disfrutar un fin de semana paradisiaco tal y como lo promocionaron algunas de las influencers más poderosas del mundo, entre ellas Kendall Jenner, Bella Hadid y Emily Ratajkowski.

La demanda no va contra ellas, pero sí se las menciona como parte responsable del fraude final, y quizá por eso ya no hay ni rastro del festival en las cuentas de Instagram de estas famosísimas prescriptoras de tendencias.

Hasta el momento no se han pronunciado al respecto. Lo mismo ocurrió cuando la campaña de Pepsi protagonizada por Kendall Jenner recibió tantas críticas que acabaron retirándola. La modelo no dijo nada.

Tampoco ha dicho nada estos días cuando han criticado que fuera portada del número del décimo aniversario de Vogue India. “¿Estaban todas las mujeres indias ocupadas?”, se preguntaban muchos en Twitter.

Es la revista la que se hace responsable, igual que lo fue Pepsi y lo son los organizadores del festival, pero ante la acumulación de todas estas polémicas que comparten la misma cara, la responsabilidad debería empezar a repartirse. O eso creen parte de los expertos en redes sociales.

Al final, a las hermanas Jenner, las Kardashian y las Hadid las contratan no solo como simples modelos, sino como rostros conocidos. Hay una “elección personal implícita”, explicaba a The New York Times Lucie Green, directora mundial de Innovation Group at J. Walter Thopmson.

Lo que han logrado las redes sociales es un contacto directo entre celebrities y gente de a pie, seguidores que asumen que todo aquello que promocionan o en lo que aparecen esas famosas son elecciones personales, no solo profesionales, y, por lo tanto, esperan que parte de la responsabilidad también recaiga sobre ellas.

Las agencias publicitarias son las primeras que llevan tiempo exigiendo que las publicaciones promocionadas se identifiquen como tal para no romper esa relación de confianza que se ha construido con el consumidor. Las autoridades americanas ya obligan a sus celebrities a hacerlo, por ejemplo con un sencillo “#ad” al final de su publicación, para evitar una posible demanda de publicidad encubierta.