Julieta Fierro, acercó a la ciencia a jóvenes

Un hada o cirquera para así poder montar un elefante, esas fueron las primeras aspiraciones de Julieta Fierro, respetada astrónoma y admirada divulgadora científica que falleció este 19 de septiembre por causas naturales, confirmó el Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Esa imaginación y creatividad fue el estilo que marcó su trabajo de divulgación y se ganó los corazones del público en general, algo raro en el campo de la ciencia, que por estereotipos parece un mundo inaccesible, complicado de entender y lejano. Por eso su fallecimiento fue lamentado por instituciones como la UNAM y la Academia Mexicana de la Lengua, así como por figuras como la presidente Claudia Sheinbaum, pero también por personas que en algún evento se vieron impactados por el estilo didáctico de Fierro. “Ella era una persona muy alegre, muy positiva, y creo que, por definición, es que ella es no solo una rockstar de la ciencia, sino la cara más amable de la ciencia”, recuerda el astrofísico José Franco.

Franco describe a la científica como “una persona muy locuaz”, que le encantaba divertirse, vivir sin complicaciones y bailar, “fuimos compañeros, estuvimos en muchas fiestas juntos”. El también investigador considera que la muerte de Fierro es una pérdida para el país. Antonio Lazcano, biólogo y miembro del Colegio Nacional, la conoció desde hace más de 40 años, de los cuales al menos 10 compartieron oficina en la Facultad de Ciencias, un periodo tan divertido que llevó al científico a inventar una palabra para bautizar su peculiar amistad: “concubiculinos”. “Nos quisimos mucho. Nos unía el amor por la ciencia y la irreverencia, porque en privado nos reíamos de todo y de todos”, dice Lazcano, aún impactado por la noticia.

Para el biólogo, pocos pueden comunicar la ciencia con la misma pasión que Julieta Fierro: “Hizo una tarea extraordinaria haciendo que la ciencia fuera un patrimonio común. Yo creo que, sin estridencias, con una devoción absoluta por su trabajo, despertó vocaciones científicas entre muchos jovencitos y, sobre todo, entre muchas niñas. Fui testigo de cómo se le acercaban para saludarla, para pedirle que les firmara libros, y siempre lo hacía con entusiasmo enorme”.