Una exposición que sale de dos cajas de zapatos. En una, el cineasta, músico y escritor Ricardo Nicolayevsky (1961-2023) guardaba las fotos Polaroid que tomó en Nueva York, en los años 80 del siglo pasado, algunas intervenidas a mano o dibujadas encima. En la otra, la artista visual Ximena Cuevas (1963) conservaba las fotografías que capturó, a los 17 años, con su Canon 35 milímetros en una noche de fiesta de 1980 en la Ciudad de México.
De estos “residuos documentales” surgió “Travesía hacia la noche”, una exposición que, a modo de montaje cinematográfico y museográfico, crea una “película expandida” dedicada a la memoria de Nicolayevsky, con quien Cuevas vivió el movimiento underground de los años 80 en la capital mexicana.
Para dar vida a “Travesía hacia la noche”, que se exhibirá en la Galería Arnold Belkin del Museo Universitario del Chopo, “una obra nueva a partir de sedimentos del pasado”, Cuevas utiliza las fotografías mencionadas, así como videos en Super-8 y música creada por Nicolayevsky.
“La película parte de un guión que escribí en mi diario de 1982. Ricardo y yo fuimos amigos desde niños. Éramos casi hermanos. Pero después yo me fui a París y nos perdimos hasta llegar a esa noche de 1980. Me marcó la vida, porque lo reencontré para la eternidad. No nos volvimos a separar hasta su muerte”, narra Cuevas en entrevista.
“Propongo un viaje al mundo de Ricardo a partir de la forma en que él trabajaba. Todos los días de su vida hizo arte y nos fuimos encontrando con joyas inéditas. Es una urgencia que se revise a fondo su legado. Es un artista que no tiene paralelo”, afirma.
Itala Schmelz (1968), curadora de la exposición, explica que en esta “película expandida” se juega con la idea de un montaje que une a los dos medios: el cine y la museografía. “En lugar de que, a partir de los documentos, nos hable de una manera objetiva, historicista, Ximena subjetiviza, desde el afecto y trabaja con Ricardo de manera ‘post mortem’. Y es una película ‘hecha’ entre los dos, que no ves sentada en una sala de cine, sino que la recorres en un espacio museográfico. Y es a la vez una invitación a convertirte en personaje de la película, porque tú la habitas, entras en ella y la pones en marcha; eres un habitante de esa travesía hacia la noche”, agrega.
La especialista señala que “el personaje empieza como un poeta muy joven, inseguro. Ambos salen de sus casas de clase media alta, donde hay mucho acceso a la cultura y se van internando en la vida nocturna de los años 80. Descubren quiénes son, liberan su identidad, exploran su sexualidad, prueban ciertas drogas y rompen con sus estructuras familiares. Todo ante una situación de riesgo: el sida”.
Cuevas, por su parte, destaca que la invitación del Museo del Chopo sonaba a una exhibición normal de fotografías impresas. “Pero estamos hablando de una generación que no cabe dentro de un cuadro, que rompe con lo cómodo, con lo que te enmarca, con lo establecido, con las reglas. Por eso quise romper el cuadro, expandirlo”, señaló.
La creadora evoca que el México de los años 80 era un país cerrado en todos los sentidos. “Teníamos un solo partido político, una sola televisión y había una represión tremenda hacia la diferencia. Y nosotros éramos diferentes. Tenías que ser diferente en hoyos oscuros y pasillos negros. Éramos bichos raros, excéntricos, necesitábamos sentir en exceso. Nos rompe el sida. Sentíamos que nos íbamos a morir al día siguiente, por eso no había pretensiones”, indica.
Confiesa que “Travesía hacia la noche” tiene una parte mágica para ella. “Retomamos a David Alfaro Siqueiros, por su premisa de que el trayecto del espectador le da vida a la obra. Los personajes te miran, son como la Luna, te van siguiendo con la mirada. Siento que al fin nos podemos mirar a los ojos y reconocernos. Espero que los jóvenes se encuentren con la sorpresa de una época”, dice.
Schmelz aclara que “cada fotografía en sí no es una pieza, sino que ésta la conforma el conjunto de la exposición. Y es una obra nueva. Los materiales del pasado se actualizan”.