Ernesto Yáñez pensaba que, si un actor entraba aterrado a un set o escenario, le daría un infarto y se lo llevaría una ambulancia. Así que lo mejor era aprender a controlarse porque era humano sentir nervios en el medio. “Eso lo aprendí de un maestro que tuve”, decía en pláticas con amigos.

El histrión con 50 años de carrera, más de 60 producciones entre cine y televisión como Principio y fin, Ciudades oscuras y Bajo un mismo rostro, falleció por covid-19. Si en Así es la vida interpretó a “La Marrana”, dueño de un inmueble que protege a su hija de una curandera; en El coronel no tiene quien le escriba, basada en la novela de Gabriel García Márquez, encarnó a don Sabas, mejor amigo del militar, quien nunca fue perseguido político.

Fue un hombre turbio en Ciudades oscuras y el “Patilludo” en El imperio de la fortuna, la cinta en donde las peleas de gallos y el dinero son el eje central, trabajo que la valió en 1987 el premio Ariel en coactuación masculina. “Da mucha pena porque era un actor único, no había otro como él, tuve la suerte de trabajar en ‘Pastorela’ y era de mucho dominio, una voz potente, trato firme y frontal, divertido, imponente”, recuerda Joaquín Cosío.

En la película navideña de Emilio Portes, Yáñez era el hombre que, sin grandes aspavientos, sembraba discordia entre los participantes de la representación del nacimiento. Las telenovelas Alcanzar una estrella, Los miserables y Hora marcada” lo tuvieron en su reparto. “Es una figura relevante de la industria del cine y la televisión, una historia larga y eso lo daba ese tipo tan imponente, un actor que hizo de todo, era alguien experimentado y con mucha energía”, cuenta Cosío.

“Una pérdida más que se cobra en estos tiempos nefastos, pero creo tenía un lugar ya ganado en la historia del cine”, considera.