La historia de las pelucas de Celia Cruz

La “guarachera de Cuba”, como mundialmente se conoce a Celia Cruz, es una leyenda de la música latina. Su voz única y su estilo extravagante siempre la acompañaron hasta el final de sus días, pero uno de los rasgos que más destacaron de esta cantante cubana eran sus coloridas pelucas.

En sus inicios con la Sonora Matancera, Celia Cruz tenía un estilo sencillo. Usaba vestidos con faldas amplias o entallados, siempre con zapatillas y uñas largas, pero usaba su cabello casi al natural porque solo planchaba su rizada cabellera. Ese estilo la acompañó durante las primeras décadas de su carrera hasta los años setenta, cuando las pelucas se pusieron de moda.

A partir de ese momento, Celia comenzó a utilizar este accesorio con mucha frecuencia para variar sus atuendos. No solo el maquillaje, los olanes y lentejuelas la acompañaban sobre los escenarios, sino también sus pelucas. En su autobiografía Celia. Mi vida (Rayo, 2004), la cubana confesó que siempre viajaba con varias de estas piezas: cortas, de cabello largo, con moños y sobre todo, con muchos colores. “Las pelucas siempre son la solución para cuando tengo que prepararme en poco tiempo”, contó.

En un inicio eran más discretas, pero poco a poco los tonos llamativos y el volumen de las mismas se volvieron parte de su estilo. Quizá la más imponente fue la que utilizó durante los premios Latin Grammy de 2002, cuando portó un diseño bicolor azul con blanco para interpretar “La negra tiene tumbao”. Más que peluca, era una corona para la “reina de la salsa”.

Actualmente, los postizos, vestidos y otros accesorios de Celia Cruz se encuentran en el museo Smithsonian en Estados Unidos.