El Tri celebra 55 años de música, siendo una de las bandas que instauró el rock urbano en la Ciudad de México, legado que ha quedado plasmado en sus letras y hasta en sus anécdotas pues, a lo largo de su trayectoria, la banda de Alex Lora es de las que mayores veces se ha presentado en centros de reinserción social, y uno estos fue el “Palacio Negro” de Lecumberri.
La primera vez
La primera vez que Three Souls in my Mind se presentó en una prisión fue en el Palacio de Lecumberri, precisamente, una semana antes de que sus instalaciones se convirtieran en la sede del Archivo General de la Nación.
Lora y su banda ofrecieron un concierto para los habitantes de la crujía F, como se conocía a los grupos por lo que eran castigados los presos; en el caso de la crujía F se encontraban personas imputadas por delitos contra la salud.
De hecho, en entrevista con Javier Paniagua, el músico rememoró que tenían varios conocidos en esa crujía ya que, como ellos, consumían marihuana, pero no habían sido detenidos por ello, sino por comercializarla.
“Teníamos unos valedores que estaban en la crujía F, los que estaban recluidos por delitos contra la salud, o sea éramos bien mariguanos y mis valedores, los que estaban ahí, además de ser mariguanos, hacían su negocito”, dijo con una sonrisa en la cara.
La tocada
La presentación inició alrededor de las 10 de la mañana y, entre su repertorio, incluyeron el clásico “El rock de la cárcel”, muy ad hoc con la situación que atravesaban sus amigos presos.
El recital resultó todo un éxito, tanto así que, cuando tocaron la última canción, la seguridad de la prisión les propuso que ofrecieran otro concierto, en ese mismo momento, en otra sección de la cárcel. “Llegaron, nos dijeron ‘fíjense que en la escuela, ahorita hay un conjunto de jazz por el aniversario de no sé qué chingados, ¿por qué no van y se echan una rolas allá?’”, contó.
La banda accedió, con la condición que permitiesen a sus conocidos de la crujía F acompañarlos para desmontar e instalar, en la otra parte de la prisión, sus instrumentos y equipo, petición que les fue concedida. “Ahí vamos, nos aventamos otra tocada allá, la misma, con el ‘Rock de la cárcel’ y todo”, relató.
Pero ese no fue el último recital que daría aquel día, volvieron a pedirles que tocaran sus canciones, esta vez en la crujía O, en la que estaban privados de la libertad personas extranjeras. “Dijeron ‘oigan, no sean ojetes, en la O hay puro interno extranjero, cabrón, como son extranjeros nunca los vienen a visitar, nunca les han traído ni teatro guiñol y estaban oyendo desde allá, ¿por qué no van y les cantan unas cancioncitas?’”, recordó.
Fue así que su visita a Lecumberri se prolongó por más de 12 horas.
“Entramos a las 10 de la mañana y salimos a las 10:30 de la noche, y ya después de eso yo creo que nos agarraron de clientes y dijeron ‘estos pendejos traen buena onda’; ya luego nos invitaron al Reclusorio Oriente, al Reclusorio Sur, a Santa Martha, al Tutelar de Menores, recorrimos todos los centros de readaptación social de Chilangolandia”, refiere.