“Toda democracia vive bajo la sombra de la ambición de los gobernantes y ninguna democracia está a salvo. Nosotros ahora estamos viviendo, después de la Segunda Guerra Mundial, un resurgimiento del fascismo como no se ha visto nunca; no podemos entender, los que somos lectores, cómo hay esa falta de memoria en tantos lugares del mundo”, afirmó el ensayista y crítico literario argentino Alberto Manguel, quien con la filóloga española Irene Vallejo recibió la Medalla Carlos Fuentes que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. y en ese marco recordó el atentado que sufrió Salman Rushdie, en Estados Unidos.

El autor quiso recordar a Salman Rushdie en una feria de la lectura y el libro porque lo que le ocurrió “fue la demostración de lo que significa el peligro de la lectura, del peligro de los libros para los gobiernos que sean religiosos, que sean políticos”, y sentenció que ese es un ejemplo del “extraordinario poder que nos concede la lectura y lo peligroso que es ese poder para gobiernos totalitarios”.

Además, Manguel recordó los hechos que están sucediendo en Irán con las mujeres que piden leer, y agregó: “Pero no nos sintamos tan cómodos, vimos cómo el gobierno de la provincia (Guadalajara) protestó contra la FIL porque los estudiantes habían pedido más presupuesto para su universidad. Esa es la obligación del gobierno: educar y fomentar la lectura”.

El peligro que representan para el poder el libro y la lectura, así como el poder de la lectura y los libros, fueron los ejes sobre los que Irene Vallejo y Alberto Manguel centraron su conversación en la Apertura del Salón Literario, tras la cual fueron investidos con la Medalla Carlos Fuentes por Silvia Lemus, viuda de Carlos Fuentes, quien recordó que “Carlos amó los libros, para él, los libros eran la oportunidad de tener una doble vida”.

En una conversación moderada por la escritora Rosa Beltrán, quien dijo que “en la amenaza de los regímenes totalitarios, sean de derecha o sean de izquierda, los libros siempre tienen un papel protagónico y enigmático”, Manguel recordó que cuando él aprendió a leer no tenía ninguna conciencia del poder de los libros y su peligro. “Yo pensé que solo era un placer maravilloso que los libros me concedían y que no tenían fin. Todavía creo que no tienen fin”, señaló.

Irene Vallejo, autora de El infinito en un junco, aseguró que toda la historia y las transformaciones de la lectura tienen que ver en realidad con el proceso de democratización de los libros y la lectura. “En ‘El infinito en un junco’ quise poner el acento en cómo la democracia estriba en buena medida en la libertad. Los libros nos han dado herramientas para saber quiénes somos y soñar con quiénes queremos ser”, expresó.

Asimismo, citó como uno de los ejemplos más reveladores de lo “emancipadora que es la lectura”, la forma en que Estados Unidos en la época de la esclavitud impidió a los esclavos aprender a escribir y a leer amenazándolos con castigos brutales. “Estados Unidos tiene la oscura singularidad de haber sido el único país que ha llegado a promulgar leyes contra la alfabetización, estableciendo penas contra aquellos que querían aprender a leer sin tener el derecho reconocido a hacerlo. Y es, además, una historia hermosa de quiénes se revelaron contra está prohibición. Barcos que recorrían el Misisipi como escuelas flotantes al margen de las leyes y donde se enseñaba a leer”, considera.

Durante la conversación celebrada en el salón Juan Rulfo, el foro más importante de la FIL, a la que acudieron cientos de lectores, Vallejo aseguró que lo que hay detrás de todas las prohibiciones que ha tenido el libro y la lectura es una lucha por el derecho a soñar, un derecho que no se les reconocía a todos, menos a las mujeres que “tenían que ser educadas en la resignación y no en la esperanza y no en el sueño. Y por eso la lectura era tan revolucionaria, y estoy convencida de que lo sigue siendo todavía”.