La novicia rebelde

En 1998, La novicia rebelde, dirigida por Robert Wise y protagonizado por Julie Andrews y Christopher Plummer, fue declarada como la quincuagésima quinta mejor película estadounidense de todos los tiempos y la cuarta mejor película musical por la American Film Institute. En 2001 fue catalogada por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos como “cultural, histórica y estéticamente significativa” y seleccionada para su preservación en el National Film Registry.

Fue nominada a diez premios Óscar, alzándose con cinco de estos, entre los que destacan los de mejor película, mejor dirección y mejor banda sonora. Con un guión de Ernest Lehman, se adapta de la obra musical, pero expande el universo de una forma bien planteada y rompiendo el carácter teatral que pudiera arrastrarse. Pese a haberse realizado en 1965, la cinta tiene un aroma moderno en el que se desarrollan algunas problemáticas actuales.

La concepción de la imagen de la mujer, pese a mantener un ambiente opresor en alguna secuencia, sí que se puede ver una interpretación en la que se palpa la liberación femenina. No es extraño que, incluso, los personajes que debieran ser más conservadores, se les dote de profundidad y se alejen de un maniqueísmo innecesario, por lo que es interesante el trasfondo que se expone y la evolución en él.

La construcción de los personajes no se deja en una estructura simple, sino que la manera de exponer a María invita al espectador a caminar a su lado. Llena de luz y alegría, se puede ver la contradicción y es lo que hace que no se caiga en una edulcoración excesiva, prueba de ello es el resultado final del libreto.

Los giros de guión no se introducen de una forma forzada, sino que se hace a través de una serie de conflictos, que permiten al espectador poder entrar en todo momento dentro de la historia, aunque haya alguno que se resuelva demasiado rápido. Además, hay que recalcar que la manera de enseñar la influencia de uno de los momentos históricos claves de la humanidad, se hace sin quitar protagonismo al tema principal y es un vehículo narrativo más. Brillante.

La oscarizada Julie Andrews fue la encargada de dar vida a María. La actriz es uno de los referentes en el mundo de las películas musicales. Al igual que hizo con Mary Poppins, transmite una energía que sale de la pantalla y envuelve al público con ella. Mientras que atrae al espectador con su voz, luego lo termina de embaucar con su capacidad expresiva. En ningún momento Andrews se ve forzada y mantiene una interpretación firme.

Además, tiene una delicadeza y elegancia que se combinan perfectamente con la fuerza escénica que muestra en escena. Luego, se ve la química que comparte con el resto de actores y es generosa al dar a cada uno su espacio interpretativo. Por último, destacar la musicalidad perfecta que se presenta en ella misma. Es alucinante.

Por otro lado, Christopher Plummer como el capitán Von Trapp logra un trabajo actoral atractivo, aunque es cierto que se ve opacado por la labor interpretativa de Andrews. Sin embargo, hay momentos en los que la expresión no verbal del actor impacta en el espectador y sabe pisar fuerte en plano.

No obstante, una de las mejores elecciones del film es el elenco infantil. Los actores que dan vida a los niños Von Trapp tienen una soltura y un dinamismo que saben encajar en una sintonía perfecta. Hay que destacar sobre todo el papel de Kym Karath, que tiene una ternura y una profesionalidad frente a la cámara excelsas.

Uno de los conceptos que se echan de menos en la industria cinematográfica es la capacidad que había para crear un espectáculo visual de sus producciones musicales. Mantiene esa espectacularidad con esta Austria de los años 40, con un cuidado por la dirección artística excelente. Se puede ver la creatividad para llevar al espectador a esos paraísos naturales y, luego, introducirlos en el universo de los Von Trapp.

Por is fuera poco, la dirección fotográfica encumbra ese trabajo, dando unos planos y unos encuadres que triunfan. Lo mismo ocurre con el vestuario, peluquería y maquillaje, que dan todavía mayor personalidad al filme. No se han dejado absolutamente ningún detalle a la improvisación. Por lo cual, el despliegue merece la pena, al llevar al público a un espacio idílico, pero coherente con la historia.

Es un referente en el mundo del cine musical. La película sigue gozando de espectacularidad y ha envejecido narrativamente de forma notable. El guión es una muestra de modernidad, con respecto al tiempo en el que fue estrenada. Después, Julie Andrews realiza una labor interpretativa espectacular y con una musicalidad que brilla en todo momento. Es enigmática y cautiva hasta el último momento.

Por otro lado, el despliegue técnico es soberbio, con un montaje orgánico y una sinergia visual y auditiva que se convierte en un gozo para el espectador. Únicamente, hay alguna resolución del conflicto desarrollada de una forma demasiado rápida. Aun así, el resultado es extraordinario.