Un laboratorio de experimentación creativa con la materia prima de la oscuridad total. El vacío contenido en el todo: el negro. Ese que nace del carbón o el polvo negro de humo. Y en medio de los rayos de luz natural, la oscuridad del color envuelve a la pintora Beatriz Zamora (Ciudad de México, 1935).
Artista
Mirarla frente a más de centenas de pinturas en diferentes formatos, escucharla hablar sobre la materia oscura del universo, repasar con ella la exploración del color para llegar al punto cero del conocimiento es una suerte de viaje en busca del infinito.
Creación
El poder total contenido en la oscuridad. Esa búsqueda del todo en la nada. Una tarea que la artista ha realizado durante 40 años, desde su primera exploración con el color tierra que expuso en el Palacio de Bellas Artes en 1977.
Búsqueda que la ha mantenido alejada de la escena pública y ahora le preocupa el futuro de su acervo. Obra que debería conservarse en una bodega bajo condiciones mínimas de medio ambiente, y, en el mejor de los casos, exhibirse con frecuencia. Pero, en entrevista, Zamora dice que no ha logrado ningún apoyo institucional para el manejo de sus pinturas. Le preocupa el futuro de sus cerca de dos mil cuadros.
“Tuve que sacar mis cuadros de unas bodegas en Iztapalapa, porque estaban en medio de basura y charcos de agua. La verdad es muy difícil exponer. No sé qué va a pasar con mi obra”, refiere la artista, la única en América en investigar las posibilidades expresivas del negro; en Europa, su homólogo es el francés Pierre Soulages. “No estoy pidiendo gran cosa, solo un espacio digno para conservar mis pinturas, que son mi vida”, insiste quien ahora expone una docena de cuadros en gran formato y 48 menores en el Centro Vlady de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, hasta el 26 de mayo.
Quien fue homenajeada con la Legión de Honor de la Académie des Beaux-Arts en Francia, y el Premio Nacional de Pintura en 1978 atribuye el rechazo a su obra al desconocimiento del color. Incluso, el miedo al negro por las creencias culturales y asociaciones con la muerte. Pero para ella es la expresión más pura del amor, del conocimiento, del universo. El lenguaje plástico en su forma natural para referir a emociones humanas.
Zamora, quien fue esposa del muralista José Hernández Delgadillo, llegó a la plástica en un giro de suerte. Ya casada y con dos hijos, le fue imposible estudiar música en el Conservatorio Nacional. Su esposo, hombre de tradiciones, no le dio permiso. “Entré en una depresión tremenda. Hacía mis deberes en la casa, pero lloraba y lloraba. Hasta que un día pasé por una librería y me encontré con un libro de dibujos de Leonardo da Vinci. Me fascinó, lo compré, y en una libreta empecé a hacer dibujos”, recuerda.