La semilla ignorada de la Revolución
Francisco Zúñiga González

¿La Revolución mexicana fue una lucha por transformar las condiciones de la mayor parte de la sociedad o por conservar los privilegios de una minoría capitalista?

Las ideas socialistas han prevalecido a través de los siglos sosteniéndose ante los embates de la ambición de acaparamiento de la riqueza de los individuos, siempre siendo un grito de lucha de los oprimidos, para exigir una estabilidad en su forma de vida. Sin embargo, el capitalismo ha dejado florecer solo en algunos aspectos los beneficios del socialismo, eliminando sus efectos de nueva cuenta ante la paz de aquellos que no los exigieron.

La Revolución mexicana parte de una idea de progreso o mejora de las condiciones políticas, económicas y sociales de una nación tambaleante. Pareciera ser que la bandera del socialismo encabeza esta noción de unidad y lucha, estimulando los cuerpos inertes del sector humillado, explotado y mayoritario de la población.

Los revolucionarios abrazaron al socialismo para justificar y experimentar el cambio, reconociendo ideas liberales de solidaridad, igualdad, justicia y fraternidad para propagarlas a un pueblo agotado, herido y hambriento.

El ascenso acelerado de caudillos que se proclamaban dirigentes de una nación mediante acciones antidemocráticas y violentas (respuesta a la exclusión de los placeres políticos del sistema en turno), al final los hace padecer de amnesia revolucionaria al verse indiferentes ante las necesidades de las masas que los promovieron.

La Revolución para algunos caudillos, que en general son todos los que llegaron a ser presidentes de la República, se basa en un esquema populista con tintes socialistas para profesar fe y esperanza a la muchedumbre para una mejor vida. Las propuestas de inclusión social, mejores condiciones de trabajo, educación pública, administración pública honesta, democracia, reparto de tierra, entre otras, son compartidas por la mayoría pero defendidas por algunos y aplicadas por pocos.

En la etapa preparatoria de la Revolución se encuentra una fuerza ideológica que aboga por el sufrimiento de las clases bajas como principio rector; esta fue la Magonista. Liderada por Ricardo Flores Magón, influido por el socialismo y el anarquismo, consiguió crear un ideario que respondía a las necesidades del dolido pueblo mexicano.

A sus 27 años ya se ubicaba como dirigente del Partido Liberal Mexicano (PLM), el cual emitía como luz de aliento el ideario del programa del Partido Liberal Mexicano, que con un corte completamente socialista dibujaba una realidad distante a la que se vivía en el Porfiriato, pero que influyó de manera conveniente en la futura Constitución de 1917.

En el primer capítulo denominado de las Reformas Constitucionales se inicia con la necesidad de funcionarios políticos honrados, juzgados por el mismo pueblo, haciéndose responsables por sus actos. Se promueve la libertad en la manifestación de las ideas y de imprenta, siempre y cuando la falta de verdad no entrañe dolo, chantaje o violaciones a la ley.

En el segundo capítulo del mejoramiento y de la instrucción pública, se cimienta la educación básica como obligatoria y laica. La obligatoriedad recae en el Estado, ya que debe de esparcir la creación de escuelas y proteger a los niños pobres. Por otra parte, en el sentido del laicismo, comprende clausurar las escuelas que estén en el dominio de la Iglesia.

Aunado a esto, la educación que propone es la del fomento de las artes y oficios, con el fin de acostumbrar al niño al trabajo manual y a valorar el fruto del esfuerzo, en lugar de pasar la dificultad de obtener un título. “Se declara obligatoria la educación básica, quedando al gobierno el deber de impartir protección en la forma que sea posible a los niños pobres que por su miseria pudieran perder los beneficios de la enseñanza”.

Uno de los puntos que no se extrajo de este apartado para el artículo tercero de la Constitución de 1917 fue mejorar el salario del maestro, ya que era uno de los más precarios entonces. En el tercer capítulo “de los extranjeros”, se toma en cuenta la protección del mexicano ante el extranjero, por lo que al momento de que un extranjero adquiere un bien inmueble en territorio mexicano, pierde su extranjería y se convierte en un nacional.

Una medida que remarca la necesidad de mejorar la economía interior, así como el nacionalismo, es la restricción de la inmigración de individuos de nacionalidad china, los cuales ofrecen trabajar por el salario más barato. “Irónicamente, en nuestros días, no tenemos una gran cantidad de población china, sin embargo, si una gran cantidad de mercancías que ingresan en forma ilegal…”.

En el capítulo quinto de capital y trabajo, el rencor, la miseria y la explotación a los trabajadores del campo y las fábricas se hace notar en el artículo 123 de la Constitución que se formará en años posteriores. “Gracias a la dictadura de Porfirio Díaz, que pone el poder al servicio de todos los explotadores del pueblo, el trabajador mexicano ha sido reducido a la condición más miserable; en donde quiera que presta sus servicios, es obligado a desempeñar una dura labor de muchas horas por un jornal de unos cuantos centavos”.

Se establece: “Jornada de máxima de 8 horas, salario mínimo general para todo el país, observando el aumento de este en regiones en que la vida fuese más cara o el salario no sacara de la miseria al trabajador, mejora en las condiciones laborales en lo que respecta a seguridad e higiene, indemnización en caso de accidente y pensión en caso de muerte del trabajador, pago estrictamente en dinero, eliminación de tiendas de raya, descanso dominical, prohibición de trabajo a menores de 14 años, pago igualitario entre mexicanos y extranjeros, así como contar con una minoría de trabajadores extranjeros”.

Las anteriores iniciativas contemplan una crítica humanista al enorme martirio que el trabajador mexicano soportaba. En el capítulo seis de “tierras” se exhibe la opulencia minoritaria y la miseria popular. Se analiza el mejoramiento de las condiciones de vida de cuatro quintas partes de la población total mexicana con la equitativa distribución de las tierras sin restricciones burocráticas para aprovecharse cultivándolas.

Así, se promueve la agricultura se moverán los engranes de la economía impulsando la industria y el comercio. Unos cuantos millonarios acaparan todas las riquezas y, siendo los únicos satisfechos entre millones, no hacen el bienestar general sino la miseria pública. Ante la apropiación corrupta de funcionarios públicos o saldar favores particulares, se expone el arrebato de tierras que no sean cultivadas, es decir, la improductividad de la tierra seria un lastre para un sistema económico-laboral dinámico. Se establece la restitución de territorios a ejidos que fueron despojados de ellos de manera arbitraria.

Para los campesinos que fueron empujados a emigrar por la necesidad de trabajo, el Estado facilitara las condiciones para regresar al país y trabajar tranquilamente. El otorgamiento de tierras estará disponible para cualquier persona con la condición de no venderlas, ya que el problema que se ataca es el latifundio.

En el capítulo octavo de “los impuestos”, se observa una meditación sobre la recaudación de recursos que la hacienda pública puede hacer, principalmente al impuesto del timbre (el cual se imponía a cualquier movimiento burocrático), se plantea cobrarse al alcohol, tabaco, compras, ventas y herencias, y se formula la gratuidad de la justicia y eliminar de cobros a artículos de primera necesidad. Otro punto importante que tiene que ver con la justicia tributaria es la de evitar que algunos contribuyentes paguen menos contribuciones de las que les corresponden.

En el noveno capítulo de cláusula especial se propone algo que a mi parecer puede ser la barrera que mantuvo encapsulada a la corriente magonista, la cual manifiesta tajantemente la irrupción de los créditos internacionales, que no han hecho más que exprimir el erario público. Lo anterior supone la indiferencia a los recursos financieros de agiotistas internacionales, mismos que al conocer este postulado observaron un riesgo latente a sus intereses.

“Evitar mayor deuda pública, quedando a cargo de la Junta Organizadora del PLM dirigirse a los gobiernos extranjeros, haciéndoles saber que el pueblo mexicano no desea más deuda pública, por lo que no reconocerá ninguna deuda que bajo cualquier forma o pretexto contraiga el gobierno sobre la nación, ya contratado con empréstitos o reconociendo los celebrados en el pasado”.

Como se ha observado en la ulterior exposición, el Programa del PLM fue un parte aguas para integrar la parte social a la constitución política de los Estados Unidos Mexicanos, con propuestas radicales para aquellos que serian afectados en sus privilegios políticos y negocios. Las intenciones de este programa son radicales: darle una cara nueva a un país explotado por donde se le quiera ver, cambiándolo estructuralmente en la teoría, pero en la práctica intereses anónimos estaban en peligro por lo que su reconocimiento es nulo o de insignificancia.

Otros se llevaron la gloria y plagiaron ideas socialistas revolucionarias. No cabe duda que es lo que más anhela el pueblo; este siempre pecará de ingenuo al escuchar estas señales de esperanza, que no serán más que un anzuelo para seguir siendo oprimido y manejado por una minoría que la seguirá engañando.