A fines del siglo XIX, uno de los paseos dominicales de los parisinos los conducía a la morgue, construida en 1868 por el barón Haussmann en uno de los muelles del Sena, cerca de la Catedral de Notre Dame, donde se exhibían los cadáveres de los muertos en la vía pública y no reclamados por nadie.
Esta “extraña costumbre” dio pie hacia 1900 a la leyenda de la Desconocida del Sena, explica la traductora radicada en México desde 1978, que contaba que un empleado de la morgue habrían sacado a la joven de las aguas del Sena y que, maravillado por su enigmática sonrisa y la paz que se desprendía de su rostro, le habría hecho una máscara mortuoria que se replicó en un gran número de ejemplares.
Esta historia inspiró el cuento La Desconocida del Sena, que el franco-uruguayo Jules Supervielle (1884-1960) escribió en 1929, que narra la experiencia de una joven que despierta en un mundo submarino tras ahogarse en el río Sena. Publicado hace décadas por Editorial Vuelta, traducido por la poeta uruguaya Ida Vitale, la UNAM reedita ahora este relato en su colección Licenciado Vidriera, que cumple 20 años y ha contado ya 100 historias, pero ahora con la traducción de Bradu, también autora de la introducción. El título se presentará el 2 de marzo, a las 17:00 horas, en la 46ª FIL del Palacio de Minería. “Fue un encargo que me hizo Tedi López Mills, responsable de la colección. El libro ya no circulaba, pero tenía una traductora de primera, que es Ida Vitale. Acepté con la conciencia de este reto. Lo hice sin mirar la traducción de Vitale, solo al final de mi versión cotejé algunas cosas con ella y retomé soluciones que me parecieron muy buenas y corregí mi versión”, detalla Bradu.
Esta especie de obsesión por la figura de la Desconocida del Sena se debe a esa sonrisa muy enigmática que lleva la máscara mortuoria, que dio pie a muchas ficciones sobre su razón. “El cuento es una respuesta entre varias de lo que Supervielle se imagina que fue el destino de esta muchacha de 19 años. En su veta medio fantástica y poética, escribió un cuento maravilloso y enigmático”, indica.
La crítica literaria dice que, antes que Supervielle, Rainer María Rilke ya había introducido a la mítica suicida en su obra Los cuadernos de Malte Laurids Brigge (1910), cuando reparó en la máscara en el escaparate de un escultor de la Rue Racine. Y también Vladimir Nabokov destinó a la joven fallecida un poema que firmó en Berlín en 1934.
La Desconocida del Sena es la excepción de los rostros desfigurados por el ahogamiento o los crímenes. Hay una paz muy grande sobre su rostro, además de la sonrisa enigmática. La anécdota del cuento no es otra que esta figura. Cómo fue su viaje por el Sena antes de que la sacaran de las aguas. “En ese recorrido que ella realiza por el Sena hacia el mar, uno puede imaginar que la travesía después de la muerte no es tan desagradable. Es un relato que no te produce miedo, al contrario”, agrega Bradu.
Destaca que de los autores que escribieron sobre el relato, Supervielle, más conocido como poeta que como prosista, fue quien más se acercó a esa impresión de encantamiento. “Fue cercano a los surrealistas, aunque no perteneció al movimiento. Se sentía atraído por lo maravilloso”, refiere.
La investigadora literaria define a La Desconocida del Sena como un cuento muy feliz: “El mar está muy presente en la obra de Jules, quien fue amigo de Alfonso Reyes. Era un hombre risueño, que celebraba la vida. Tal vez está un poco olvidado. No es un autor al que se hace justicia”.
Más tarde, añade, corrió la versión de que el mito pudo elaborarse a partir de la máscara mortuoria hecha con el rostro de una modelo viva. “El misterio permanece. La historia perdió un poco su encanto. Pero creo que es bueno regresar a ella a través del cuento de Supervielle”, concluye.