La violencia sirve como antídoto del Estado
La escritora Nimmi Gowrinathan habló sobre su libro De armas tomar. Por qué las mujeres eligen la violencia. CP

Serpenteando por la selva, una camioneta se dirige a la residencia de una mujer excombatiente. Por el camino hay evidencia de metralla entre los muros de fachadas que aparecen de repente. A la puerta toca Nimmi Gowrinathan. La mujer que la recibe lleva muletas, ha perdido una pierna en el conflicto armado más largo de Sri Lanka, entre las fuerzas gubernamentales y los Tigres de Liberación del Eelam Tamil, guerrilla mejor conocida como los Tigres Tamiles.

El encuentro entre Gowrinathan y Nayaki se sostiene tras la resolución del conflicto armado, que duró alrededor de tres décadas, con más de 75 mil muertos y miles de desplazados. Nayaki combatió, al igual que cientos, por la constitución de un Estado para un grupo étnico desdeñado social y políticamente. Ella fue de las mujeres que se sumaron a la guerrilla y tomaron las armas.

Como otros tantos, este es un caso que se expone en De armas tomar: por qué las mujeres eligen la violencia, de Nimmi Gowrinathan, investigadora srilankesa que durante 20 años siguió los conflictos del mundo para entender qué lleva a las mujeres a este punto. ¿Son convencidas por un amante? ¿Son cooptadas por la militancia? ¿Les lavaron el cerebro?

Fundadora de la Iniciativa de Política de Violencia Sexual y al frente de “Más allá de la identidad: una plataforma de género para académicos-activistas” en el City College de Nueva York, editora de la revista Adi y creadora de la serie “Luchadora femenina” de Revista Guernica, Gowrinathan introduce en De armas tomar (publicación en inglés traducida al español por Sexto Piso, 2023) un mosaico de voces de mujeres que se sumaron al espectro de la violencia, bajo una causa, arropadas por consignas, asumiendo una ideología, protagonistas de la resistencia en Sri Lanka, Eritrea, Pakistán, Colombia y México, país donde la académica se reunió con zapatistas.

En una conversación, Nimmi ahonda en una de las tesituras más complejas: la violencia empleada por mujeres al romper con la visión occidental del monopolio de la violencia por parte del Estado, una mirada a la que tacha como maniquea, la cual suele figurar cuando en las protestas feministas son filmadas mujeres dando cristalazos o rompiendo estructuras. La también activista se posiciona frente a la política mexicana de “abrazos, no balazos”, que encabeza Andrés Manuel López Obrador, y ante la inseguridad que azota a “uno de los Estados más violentos del mundo”.

¿Cómo aporta De armas tomar al contexto mexicano?

Es un libro que nos permite reconocer que la violencia en las mujeres no solo tiene un efecto traumático, sino que las transforma políticamente.

¿De qué manera las transforma?

Pensemos en el caso de las mujeres que sufren violencia sexual, normalmente cuando una mujer sufre de violencia sexual lo primero que correlacionamos es la sensación de tristeza o de daño físico, pero no nos preguntamos cómo modifica la conciencia la agresión sufrida. La pregunta esencial de por qué me sucedió esto tiene que ver con las condiciones que hay alrededor de la vida de la mujer agredida, y esto la lleva a cuestionar las nociones sobre justicia, la igualdad, los deseos de restitución y, por qué no, también de venganza. Inevitablemente altera su perspectiva frente al mundo y las relaciones que teje a su alrededor.

¿Qué diferencia existe, al momento de que una mujer toma un arma y la acciona, entre la justicia social y la venganza?

Ninguna de las dos categorías representa en sí misma a la mujer guerrillera o aquella que toma las armas, más bien el impulso es un factor ideológico; por supuesto, pueden converger asuntos de la justicia social o deseos de venganza, pero es más amplío de lo que hablamos. Circunscribirla al asunto de la venganza se debe más a la tesitura de la lectura moral que a la constitución política de la mujer que toma las armas, que es el planteamiento del libro. Cuando hablo de ideología puede ser nacionalismo, puede ser marxismo, separatismo, etcétera. La lucha se inscribe sobre ese paraguas ideológico y tiene un espectro más amplío, una restitución personal.