“Saramago está en México. Él acompañó la matanza de Acteal, el surgimiento del EZLN y digamos que acompañó algunas elecciones. Él opinó cuando la elección en que no ganó López Obrador la primera vez, dijo que tenía que ser muy político y no convocar a una revuelta. Saramago estaba muy al tanto de lo que ocurría en el país en términos de política y en lo social”, asegura Alma Delia Miranda, coordinadora y autora del prólogo del libro Saramagia. Testimonios y recuerdos sobre José Saramago en su paso por México, que ha editado Grano de Sal con la Cátedra Extraordinaria José Saramago y el Instituto Camões México, como parte del centenario del nacimiento del escritor portugués.

Esta obra polifónica que retrata a José Saramago desde los testimonios de 22 intelectuales, académicos, periodistas y estudiosos del premio Nobel de Literatura 1998, como Elena Poniatowska, Hernán Lara Zavala, Marisol Schulz, Horacio Costa, Tomás Granados Salinas, Freja I. Cervantes Becerril, Ana Rita Souza, David Barkin, Laura Lara, Ambrosio Velasco, Dulce María Zúñiga, Carlos Martínez Assad, Hermann Bellinghausen, Miguel López Montiel, Pablo Espinosa, Susana González, Claudia Ruiz García y Mónica Mateos, entre otros, es una manera de retribuir a Saramago el aprecio que tuvo por México y la preocupación por sus problemáticas políticas y sociales.

“En México gané mi nombre”, dijo en algún momento el escritor lusitano, que vino por primera al país en 1989, en una visita a Morelia, Michoacán, de la que apenas queda su nombre entre las noticias de los participantes del encuentro de narradores que organizaron Hernán Lara Zavala y Guillermo Samperio en la casa de la cultura de Morelia, donde Saramago fue invitado a hablar de la crónica. Ese fue el principio de una amistad con un país y con su pueblo, porque si un sector le interesó a este autor fue el de los indígenas y particularmente la pobreza y la violencia a la que sobrevivían, como la masacre en Acteal, Chiapas, en 1997.

Las causas sociales y los intereses literarios lo ataron a México —asegura Miranda—. Fue amigo de intelectuales como Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska; se hizo de fieles admiradores y lectores, se convirtió en un conquistador de México, en un ídolo literario, casi en una estrella pop. Siempre se mantuvo interesado en los problemas de México, alentó el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y cautivó con sus ideas revolucionarias.

“La voz de Saramago habló por muchos mexicanos. Yo creo que Saramago se atrevió en su momento a decir cosas de manera muy beligerante y directa, cosas que quizás otros intelectuales expresaban pero de manera menos franca, y él sí lo hizo, sobre todo en el 98, año en que creo se catapultó”, refiere la coordinadora del libro conmemorativo y titular de la Cátedra Extraordinaria José Saramago de la UNAM.

Para Miranda, “Saramago y el zapatismo siempre van de la mano”. Sin embargo, afirma que originalmente Saramago comienza a ganarse a los mexicanos y a volverse muy famoso cuando se indigna por la matanza de Acteal. “Es fundamental, él lo dice en algún momento y lo dice también a los zapatistas… Él ve el lugar del indígena en la sociedad mexicana y ofrece su voz porque ve claramente que son los más débiles”.

Esa fue su lucha, pero también “su expresión tan beligerante, tan franca de ideas de izquierda, es también otro elemento que lo vuelve tan nuestro”, apunta Miranda y asegura que esa postura que refrendó durante su viaje a México (marzo de 1998) es la razón por la que la intelectualidad de ese momento lo arropa.

Pero, además, por sus temas y la manera en cómo narra. Su singular manera de contar y los temas que legó los enfatiza Alma Delia Mirada, y afirma que hay una congruencia en el sentido de que su obra literaria también destruye moldes y crea una propia manera de expresión que es muy suya, y que se complementa con la elección de los temas, la forma y la escritura.

“Es un revolucionario en diversos ámbitos, por eso se gana la admiración, gana lectores que de por sí ya tenía, pero se vuelve un escritor muy admirado”, señala, y por ello entiende el júbilo que se desató en octubre de 1998 en México, cuando a seis de estar aquí le dieron el Nobel de Literatura.

Las andanzas mexicanas del lusitano

La visita de José Saramago en marzo de 1998 a México, donde estuvo tres semanas, quedó en la memoria de varios escritores, académicos y periodistas cuyos textos se reúnen en el libro Saramagia. Testimonios y recuerdos sobre José Saramago en su paso por México, un material que podría haber sido una compilación de aproximaciones críticas a sus obras desde el ámbito estrictamente académico. Sin embargo, Miranda optó por hacerlo más abierto, para que cupieran las voces de quienes lo conocieron, compartieron con él encuentros literarios y políticos, y estuvieron cerca de él o fueron sus amigos.

“Me pareció muy importante que para las generaciones presentes quedara muy claro este vínculo de Saramago con México, la gente de mi generación y mayor lo tiene claro, pero quería mostrar que Saramago es uno de los últimos fenómenos mediáticos que arrasó, sin internet, porque cuando él llegó por segunda vez a México, en 1998, ya lo acompañaba la fama. Es un autor de reconocimiento literario, pero también famoso por sus posturas políticas”, indica.