La falta de higiene oral y el consumo excesivo de dulces son factores que predisponen a la enfermedad. Pero para que esta se desarrolle es fundamental la presencia de las bacterias patógenas en la boca del niño
La caries dental es una de las enfermedades más prevalentes a nivel mundial. Afecta a personas de cualquier edad, incluso a los niños pequeños. Según el Global Burden of Disease Study, realizado en en 2017, se determinó que más de 530 millones de los infantes del mundo tenían caries en sus dientes de leche.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la caries dental como un proceso localizado de origen multifactorial, que se inicia después de la erupción dentaria. Esta condición reblandece el tejido duro del diente y evoluciona hasta formar una cavidad en su superficie.
Si la caries no se trata de manera oportuna, puede afectar a la calidad de vida y a la salud global de la persona. Por este motivo, el retraso de la llegada de las bacterias patógenas a la boca de los niños es de suma importancia para prevenir lesiones.
¿Es posible el contagio de las caries?
En realidad, no son las caries infantiles las que se contagian, sino las bacterias que las producen. Pero como te contamos, estos gérmenes deben encontrar un huésped susceptible (como una boca con ciertas características) y permanecer determinado tiempo allí para desarrollar la enfermedad.
Existen periodos críticos o de mayor susceptibilidad de contagio, que se denominan ventanas de infectividad. Estos se producen entre los 6 y los 24 meses y entre los 6 y los 11 años. Dichas edades coinciden con la aparición de las piezas dentarias en la boca.
¿Cómo se contagian?
Las bacterias responsables de las caries se transmiten de persona a persona, es decir, desde la boca de una persona portadora a la de una susceptible (como el bebé). Esto sucede con acciones cotidianas, como las que se detallan a continuación:
Soplar los alimentos que ingieren los niños.
Dar besos en la boca al bebé.
Compartir cubiertos.
Limpiar las tetinas de biberones y chupetes con la propia saliva.
Usar el mismo cepillo dental.
Mantener hábitos de higiene inadecuados, tanto en los adultos como en los niños.