Pasaron más de tres décadas para que Luis Estrada pudiera cumplir un deseo adolescente: llevar a la pantalla Las muertas, la novela de Jorge Ibargüengoitia inspirada en el caso de las hermanas González Valenzuela, conocidas como “Las Poquianchis”.
La historia de dos mujeres que en los años 50 administraron burdeles en Guanajuato y que, con el tiempo, se convirtieron en sinónimo de corrupción y violencia, llega en formato de serie a Netflix.
Más allá del escándalo criminal, la adaptación pone bajo la lupa a dos protagonistas femeninas que, en un contexto dominado por los hombres, encontraron en la ilegalidad un espacio de poder y control. “Arcángela es una mujer empoderada para el mal: amoral, despiadada, capaz de manipular autoridades que siempre estuvieron coludidas con ella. Su ambición y avaricia son la falla trágica que la define”, explica Arcelia Ramírez, quien interpreta a la mayor de las hermanas.
Libertad femenina
Paulina Gaitán, que da vida a Serafina, aporta otra dimensión: la libertad femenina en una época que restringía cualquier autonomía. “Serafina era muy libre para su tiempo: decidía con quién estar, cómo disfrutar de su cuerpo. Eso me parece potentísimo”, señala.
El eje de la serie son las mujeres: las que ejercieron el poder desde la violencia, pero también aquellas que fueron explotadas y silenciadas en los burdeles clandestinos.
Alfonso Herrera, quien interpreta al panadero Simón Corona, pareja de Serafina, resume así su papel: “Me permitió ver cómo, en contextos oscuros, las dinámicas de poder cambian. Mi personaje sobrevive rodeado de mujeres que tienen el control. Me interesaba mostrar que la masculinidad puede tambalearse frente a esas estructuras”.
Capitán Bedoya
Joaquín Cosío, en el papel del capitán Bedoya, un militar corrupto que ayuda a las hermanas, agrega: “No es cómodo interpretar a alguien en un mundo donde todos ocultan algo, pero ahí está lo interesante. La serie muestra cómo la verdad de las mujeres víctimas fue negada mucho tiempo, darles voz es lo más valioso de este proyecto”.
Estrada tardó más de 30 años en concretar la adaptación, y lo hizo en formato de serie porque, asegura, la historia pedía más espacio. “Ibargüengoitia no solo quiso contar un hecho de nota roja. Quiso hablar de México, de nuestras instituciones, de nuestra doble moral.
Hoy su obra es más actual que en su tiempo”, expuso el realizador. La producción requirió más de 220 sets, 150 actores, convirtiéndose también en la primera incursión de Estrada en la televisión. “Espero que la gente se divierta, y se asuste, al verse reflejada en este espejo”, expresa el director.