Las muertas

Las muertas

Leer Las muertas de Jorge Ibargüengoitia es transportarte a un México del pasado, a un México sin smartphones, sin redes sociales, sin apps de citas y sin tendencias que se vuelven virales, pero es también viajar a un México en el que se tenía que hacer frente a muchas de las mismas problemáticas, sociales y políticas, que actualmente siguen vigentes, que hoy todavía duelen.

Uno de los primeros capítulos de la novela (que, por cierto, se le considerada como una de las mejores obras de la literatura latinoamericana) abre con la narración de un plan de venganza que comienza a desarrollarse, con una mujer despechada y traicionada, en quien el dolor rápidamente se transforma en crueldad y brutalidad.

Así es la historia de Ibargüengoitia, una narración marcada por la sátira, el humor y la crítica social. Avanzar por las páginas de esta novela es sentir como si un tren nos arrollara, de frente, para que después ese mismo tren nos arrastre por las vías con el relato de dos hermanas, las Baladro, Serafina y Arcángela; así como de los hombres que las rondaban como polillas a la luz.

En su relato, el autor nos presenta a dos mujeres que no eran exactamente maternales o delicadas, sino dos madrotas que manejaban burdeles, que abusaban de otras mujeres y que, bajo la protección de un gobierno corrupto, realizaron varias atrocidades.

Es precisamente esta la historia que el director mexicano Luis Estrada navega en su primera serie, titulada Las muertas. Y quién mejor que él –con ese humor y esa acidez que tanto lo caracterizan– para capturar a la perfección la esencia de la novela de Jorge Ibargüengoitia y transformarla en seis pequeñas películas en las que no únicamente destaca la fotografía, el vestuario y el diseño de producción, sino también las actuaciones de Paulina Gaitán, Arcelia Ramírez y Alfonso Herrera.

Las muertas: de la novela a una salvaje serie de Netflix

Aunque no es un retrato exacto de los hechos, sí lo es de la novela y de esta manera la serie logra capturar la esencia de una historia marcada por el poder, la violencia y la corrupción. Su fuerza radica en el equilibrio entre drama y sátira, un sello distintivo de Ibargüengoitia que Luis Estrada traduce a la pantalla con ironía mordaz y un agudo retrato social.

Las muertas es una historia de muerte, violencia, corrupción, de cómo los medios pueden torcer la verdad y de cómo el poder destruye al ser humano. El libro se publicó a finales de los años 70, pero en realidad es una historia que habla sobre la humanidad, sus carencias y su oscuridad, y eso es algo que no tiene límite de tiempo, que no envejece.

Visualmente, la serie aprovecha las locaciones de San Luis Potosí para recrear la atmósfera de la época, aportando un realismo que potencia la tensión narrativa. El diseño de producción y la fotografía refuerzan ese contraste entre lo rural y lo urbano, lo clandestino y lo público, que caracterizó la operación de los burdeles.

Como contexto, Las Poquianchis fueron un grupo real de mujeres encabezadas por Delfina y María de Jesús González Valenzuela, quienes durante décadas operaron una red de trata de mujeres en Guanajuato y Jalisco. Su caso reveló secuestros, asesinatos y una corrupción institucional que permitió su impunidad durante años, convirtiéndose en uno de los episodios criminales más notorios de México.

En suma, Las muertas es una producción que vale la pena ver: contundente, irónica y con un elenco de primer nivel. Más que una reconstrucción fiel, es una reinterpretación artística de un suceso atroz de nuestra historia reciente, con un tono que invita a la reflexión tanto como al entretenimiento.