Las redes, forma de vida que no aporta

Una larga fila se formó el pasado 1 de junio afuera del Museo de Arte Moderno (MAM), un hecho poco usual, justo después de los dos años más fuertes de la pandemia de covid-19. ¿La razón? La inauguración de la exposición “Daniel Lezama. Vértigos de mediodía”, una retrospectiva de los 25 años de carrera de uno de los pintores contemporáneos más destacados de México. Para el artista, este evento significa haber “conquistado una cima”, asegura en entrevista.

La obra del mexicano, que se caracteriza por el uso de símbolos mexicanos y la fuerte presencia de la naturaleza, así como el desnudo de los protagonistas, que en su mayoría son personajes infantiles, ha sido expuesta en Beijing, Leipzig, Milán, Nueva York y forma parte de colecciones nacionales e internacionales, como la del MAM o la de Murderme Collection, de Damien Hirst.

Mientras el público se reunía para celebrar las creaciones de Lezama, en redes sociales surgían quejas por el cuadro La Venus, el Rebel; incluso se mencionó el tema de la “cultura de cancelación”, antes de que fueran eliminadas las publicaciones tanto del MAM como de Secretaría de Cultura que mostraban una foto del cuadro protagonizado por una niña desnuda, de pie sobre un auto en un taller mecánico.

En entrevista, Lezama reflexiona sobre el aporte de las redes sociales en la cultura, sobre el punto en el que se encuentra como pintor, del regreso después de dos años de pandemia y de la necesidad de los símbolos y metáforas para explicar la vida en tiempos difíciles.

En su discurso de inauguración de la exposición, dijo que podría ser la “culminación de su carrera”. ¿Ya no vislumbra otros puntos altos en su carrera como pintor?

La culminación de mi carrera en México, porque aquí los espacios de exhibición tienen un escalafón tácito de cuáles son los lugares donde quieren poner a un pintor mexicano en su carrera y el Museo de Arte Moderno y Bellas Artes son los mayores, y el último está reservado para casi una revisión de carrera completa. Entonces, para mí, este es el momento culminante de una carrera dentro de lo que podríamos llamar el escalafón institucional del país, el Museo de Arte Moderno para mí es conquistar una cima.

Son 25 años de carrera como pintor. ¿Qué lecciones o reflexiones le han dejado?

El proceso artístico es un proceso de conocimiento, de hacer preguntas a uno mismo y contestarlas. Evidentemente en 25 años uno sí se conoce y por tanto da de sí mismo las cosas con autenticidad y honestidad. Eso es un tema que se soslaya mucho en la carrera de un artista joven, que muchas veces piensa que tiene que producir una voz original, que tiene que satisfacer un mercado, que su trabajo tiene que ser gustado, o se pelea consigo mismo para lograr ciertas metas técnicas y esto te lleva, tal vez, a nunca pensar en la primera pregunta que te tienes que hacer, que no es cómo o qué tienes que pintar, sino quién eres.

De esa pregunta van a surgir las pinturas y las respuestas del tema del arte. Siento que he avanzado en ese conocimiento de mí mismo que nunca termina, siempre hay algo nuevo, siempre te sorprendes, pero también, por la forma en que yo trabajo, he tenido cierta función de autoconocimiento.

¿Le han surgido nuevas preguntas sobre sí mismo?

No exactamente por cumplir 25 años de carrera ni por esta muestra, pero en años recientes siento que concluí una etapa que era una reflexión muy amplia que era sobre el tema de la identidad mexicana. Ahora he estado introduciéndome en un tema que podemos llamar más íntimo, más personal y a la vez más amplio.

En redes sociales surgió un debate por la obra La Venus, el Rebel. ¿Estaba enterado?

Sí, vagamente, y me parece que debemos pensar como sociedad en dejar de ser una opinocracia y educarnos para leer y entender los fenómenos y distinguirlos los unos de los otros; el fenómeno de la creación, la representación de la realidad, la ficción, lo simbólico y lo metafórico. Creo que hay partes de la sociedad que o no están listas para un diálogo o simplemente son personas que en carencia de ideas propias buscan generar debates externos. Creo que es un problema irrelevante y para que pudiera haber un debate tendrían que haber ideas en la mesa, que no hay.

Hace unos años dijo que en Europa la gente reaccionaba al desnudo porque allá todo estaba muy “regimentado”, y que en México se veía como algo natural. ¿Qué dice del cambio de la sociedad, ahora que las redes sociales tienen más presencia?

Lo único que te diré es que en este momento la estridencia es una forma de vida para mucha gente y esto es lo que está pasando. Afortunadamente siento que mi trabajo tiene una enorme carga de empatía y de respeto por los personajes y por el público, empezando por mí mismo, que soy la primera audiencia.

Yo creo que ahí hay que ver todo el contexto de la creación de las imágenes, del sentido de las imágenes y el respeto con el que están tratadas, ese es un tema que está muy lejos de quien quiera hacer estridencia en las redes sociales, que se han convertido en una forma de vida que no aporta en ningún sentido a la condición humana ni a la cultura ni a la sociedad.

La frase “vértigos de mediodía”, de Octavio Paz, titula su exposición y explica que trata de las dudas existenciales en la juventud, de una persona o de un país. ¿Cómo traduce este momento de vértigo al México de hoy?

Yo creo que ese vértigo es una sensación o una vivencia que se va actualizando a través de los años y de los siglos. Yo creo que, como Octavio Paz, de alguna forma nuestro destino psíquico nacional, nuestro espíritu, nuestro ser más profundo como mexicanos está atado a esta noción entre trágica y gloriosa, que es la de un momento eterno de fuerza y vigor —piensa en la demografía de México, en sus recursos, en su cultura—, siempre estamos en una cresta de alba y al mismo tiempo siempre estamos rodando de esa cresta, siempre estamos cayendo, siempre estamos luchando, siempre estamos perdiendo. Creo que es una condición, no una situación coyuntural, no lo pensaría a una situación histórica o política determinada, sino a muchas.

La inauguración fue multitudinaria. ¿Cuál es su visión de este regreso a la nueva normalidad?

El recibimiento que tuvo mi obra el día de la inauguración, y en días sucesivos, siempre han sido una constante en mi trabajo, eso es algo que recibo con mucho agradecimiento y con mucha humildad de la sabiduría de la gente que sabe que va a ver algo ritual, algo significativo, algo poderoso, que es un espejo sincero y fiel y que atañe a todos los corazones y cuerpos; la gente de verdad sabe esto y es la gente que se dedica a vivir, a amar, a mirar con atención el mundo, esa gente está puesta con mi obra. Es un público maravilloso que no hay que soslayar nunca. ¿Qué significa a nivel de vuelta de la pandemia? Creo que va a cambiar mucho el hábito social de visitar espacios públicos, por lo menos durante un tiempo; a pesar del éxito de mi inauguración, siento que en otros contextos hubiera sido todavía mayor. También siento que la sociedad se está acostumbrando a ver cosas desde su casa, desde la virtualidad y celebrar a lo lejos, ese es un cambio que también tenemos que asumir. La institución museográfica tendría que ampliar enormemente su alcance y sus atractivos de formas que quizás todavía no estamos listos como sociedad; el tiempo dirá.

Parece que hay un ambiente de angustia y desánimo tras la pandemia. Hay inestabilidad económica y división de opiniones a partir de las redes sociales. ¿Lo percibe así? ¿Este momento impactará de alguna forma su obra?

Totalmente de acuerdo. Mi obra no refleja eventos inmediatos, es un proceso de digestión subconsciente, es un proceso lento, donde te estoy hablando de un evento que sucedió hace 500 años o uno que va a suceder dentro de 20 años o de uno que pasó hace dos años. Mi trabajo no es lineal ni anecdótico, no soy una persona que va hacer una reflexión de lo que sucede esta mañana en el periódico. Mi forma de trabajo es atemporal, sin dejar de referirme, sutilmente, a las condiciones que me rodean, es inevitable.