Un relato crudo sobre el bullying, el suicidio, la justicia y la venganza. Así nació El extraño caso de Lenny Goleman, la más reciente novela de Liliana Blum (Durango, 1974), en la que cuenta la historia de Alina, una joven de secundaria que enfrenta el suicidio de su mejor amigo, quien no soportó el maltrato de sus compañeros y decidió colgarse en un árbol de su casa.

El tema también está en sus anteriores novelas, “porque es algo muy cercano a mí. Digamos que sufrí ‘bullying’ físico y emocional en la infancia, desde mi papá, quien era el ‘bully’ más grande del mundo, un golpeador que me hizo pensar en que la escuela era un lugar más seguro”, afirma. “Así que es un tema que mis personajes viven y en esta novela se propone una solución fantástica: la creación de un ‘golem’ fabricado con arcilla para enfrentar a los ‘bullies’”.

Este personaje proviene de la mitología judía y es recuperado en El Golem, de Isaac Bashevis Singer, explica Blum, el cual fue utilizado para detener el exterminio de judíos en Praga. En el fondo quiero pensar que hay otra salida, pero en esta historia echo mano del golem, ese personaje del folclor judío que, a mediados del siglo XVI, ayudó a detener el exterminio de judíos en Praga.

Se supone que un rey decidió exterminar a los judíos, así que un rabino construyó al golem para derrotar a su ejército y, así, salvó la vida de miles de personas inocentes, detalla. Esa leyenda, afirma Blum, hace frente a la impunidad y a la injusticia, en ese microcosmos llamado escuela, que refleja los males y los defectos de nuestro país, “aunque es cierto que el problema del ‘bullying’ es algo a lo que vengo dando vueltas hace mucho”.

Agrega que “es cierto que tenemos leyes, pero la mayor parte de homicidios y violaciones permanecen impunes, así que está esa ira y esa impotencia de quienes vivimos en una selva en la que, si tienes suerte, no te matan, es decir, no tenemos la mínima seguridad de que se nos respete la vida y ese es el sentimiento que dispara la novela cuando Alina se entera que su mejor amigo ha muerto”.

Sin embargo, en el plano terrenal, el personajes de esta historia representa a quienes callan y toleran el abuso: “Me refiero a quienes nos damos cuenta del ‘bullying’ y no hacemos nada, a esos alumnos que guardan silencio por el hecho de que la violencia no se cierne sobre ellos, es decir, a los tibios y a quienes sostienen la idea de dejar hacer y dejar pasar”.

Porque tal como sucede al inicio de la novela, “los ‘bullies’ crecen con la certeza de que se pueden salir con la suya y, claro, más adelante los tenemos en las oficinas o a cargo de un país, haciendo guerras y masacres porque creen que el mundo está a su disposición. Pienso que la única solución es que esos chicos silenciosos tomen una acción para detenerlos y, en cierta forma, es lo que hace Alina: al trazar descubrir que venganza no es justicia, dos temas que, ojalá, provoquen una reflexión a quien pueda leer esta novela”.

Por esa razón, Alina cuestiona a la sociedad en que vive y se pregunta si acaso sobrevivir es lo único que importa, como si hubiéramos regresado a la época de las cavernas y solo el hecho de estar vivo es lo que importa, a costa de lo que sea. Al respecto, Blum lamenta que pese a los avances tecnológicos y tratados filosóficos la sociedad no ha avanzado mucho.

“Hay un gran número de personas que tiene tendencias más primitivas y esto que dice Alina también es parte de la indolencia, porque siempre es mejor no hacer nada, incluso cuando la estás pasando mal. Así que, en este libro, la autora espera que los lectores puedan identificarse con uno de los tres roles posibles”, explica.

Porque en el terreno del bullying “solo hay de tres sopas: el que lo ejerce, quienes lo sufren y los que se quedan neutrales. Así que yo quisiera que en esta novela todos pudieran ver en dónde se encuentran dentro de ese espectro”, concluye la autora.