Desde sus inicios, Liran Roll se destacó por letras cargadas de realismo que abordaban el amor, el desamor, la desilusión, la pobreza y los sueños truncados, temas profundamente vinculados con los sectores marginados de la periferia del entonces Distrito Federal. “Nuestras canciones se volvieron datos históricos que reflejan una etapa, un momento histórico que ya no existe, pero que siempre permanecerá en las canciones. Es el ‘soundtrack’ de la vida, en lo que se ha convertido el rock mexicano”, señaló Saúl Moreno (guitarrista). “Éramos cronistas de lo que vivíamos: lo que sucedía en la vecindad, la calle, las necesidades y padecimientos. En cada canción retratábamos un episodio de nuestras vidas”, agregó Toño Lira.
El vocalista explicó que sus primeras tocadas fueron los cimientos de lo que hoy es el grupo. “Siempre valoraremos esa etapa, ya que permitió que se abrieran nuevos espacios, como el concierto que ofrecerán en la Arena Ciudad de México, el 9 de febrero”, afirmó.
De la vecindad a la Arena
Como otras bandas de rock urbano, Liran Roll enfrentó el estigma asociado al género impuesto en los años 70, cuando el gobierno trató de reprimir el movimiento luego de la realización del Festival de Avándaro (1971), como medida de orden.
Aunque la banda logró salir del circuito clandestino, las barreras persistieron, enfrentaron censura, desprecio hacia su propuesta, falta de acceso a estudios de grabación profesionales, poca difusión en los medios y dificultades para realizar conciertos en espacios formales. “A veces no había un escenario adecuado, el audio no era el mejor, y en ocasiones ni siquiera había baños para el público. Incluso tuvimos que dar ‘aventón’ a muchos chavos en distintas ocasiones, pero la gente siempre estuvo apoyándonos. Crecimos gracias al boca a boca, a las tocadas y a vender nuestros casetes en tianguis o afuera del Metro”, comentó Daniel Lares (guitarrista).
El estereotipo rockero
En México, el lema “Drogas, alcohol y rock and roll” marcó la escena rockera de los 70 y 80, asociándose con rebeldía, excesos y contracultura. El rock fue satanizado por su supuesta relación con drogas y descontrol, los rockeros cargaron etiquetas como las de “drogadictos”, “malvivientes” o “delincuentes”.
La marihuana, el alcohol y, más tarde, la cocaína y la heroína se vincularon tanto con músicos como con fans, reforzando con esto la percepción negativa promovida por sectores conservadores y por el gobierno que marginó el género. Sin embargo, el rock mexicano también se erigió como un grito de resistencia, protesta y libertad.
A través de letras críticas y humorísticas, bandas como El Tri y Botellita de Jerez reflexionaron sobre las consecuencias del abuso de sustancias y la doble moral de la sociedad. Hoy en día, aunque la frase sigue siendo un símbolo cultural, el rock mexicano ha evolucionado, dejando atrás parte de los excesos para enfocarse y potenciar su impacto social, cultural y artístico. “Teníamos figuras que nos vendían la idea de que ser un rock star significaba drogarse, pistear y ponerse ‘hasta el keke’. Crecimos creyendo que eso era el rock porque veíamos a Jim Morrison, Jimi Hendrix o Janis Joplin. Ahora, con todo lo que hemos aprendido, sabemos que no es así: tenemos que trabajar y estar bien para hacer rock”, concluyó Toño.