En El ciervo sagrado. San Juan en la pintura de Leonardo y La sombra de mi padre, los dos obras más recientes del ensayista y poeta Gabriel Bernal Granados (Ciudad de México, 1973), hay un eje común: la dimensión de lo que no es racional.
En “El ciervo sagrado”, que es el título del último de los tres ensayos del libro, Bernal Granados aborda “la última pintura atribuida al taller de Leonardo, que es el San Juan con los atributos de Baco que es esta interesantísima dualidad entre este santo-asceta propio del santoral católico cristiano y la asociación que hace Leonardo con la deidad griega, Dioniso o Baco, en el panteón latino. Ese trabajo fue el que me llevó más tiempo, es un minucioso ensayo de interpretación sobre los elementos simbólicos predominantes en esta pintura”.
Este ensayo, cuenta, surgió hace cuatro años como un apéndice o desprendimiento de Leonardo Da Vinci. El regreso de los dioses paganos, publicado por Turner en 2021. La tríada de ensayos de El ciervo sagrado trata sobre “el problema del conocimiento y la interpretación de la realidad en la obra de Leonardo. Sin embargo, me di cuenta, después de haber comenzado a escribir los textos, redactarlos, de manera independiente, a lo largo de distintas épocas en estos cuatro años, que había una unidad y esa unidad se la daba la figura de San Juan, que aparece justo en el primer cuadro atribuido a Leonardo, ‘El bautismo de Cristo’”.
Abunda en que, a pesar de su brevedad, el libro abarca, casi sin querer, un arco que va de la primera a la última pintura de Da Vinci: “Ambas atribuidas por la crítica de arte y esto es algo muy interesante. No se sabe realmente qué fue lo que pintó Leonardo. Hay, más o menos, 25 o 27 obras conocidas que se le atribuyen. Leonardo nunca firmó ninguna de sus obras. Lo que ha permitido la identificación son los elementos propios de su estilo y también toda esta simbología: la montaña, la caverna, la vegetación. En el último ensayo aparece la interpretación y rastreo para identificar estos símbolos y crear una especie de gramática en torno a ellos”.
Un poco, tímidamente, Bernal Granados se aventuró a explorar una idea alrededor de Leonardo que va más allá del “observador privilegiado de la realidad”, el genio que estuvo en el umbral del método científico y del nacimiento de las ciencias duras, y que muestra a un hombre que se empapó de los símbolos y tradiciones místicas herméticas, esotéricas, “la corriente subterránea que recorre la historia del Renacimiento desde la Edad Media y alcanza el presente”; una dicotomía que sirve como metáfora de los claroscuros en la obra del pintor italiano, dice.
En busca de la génesis familiar
Sobre La sombra de mi padre, dice que es el último libro de un tríptico, cuyos primeros dos títulos permanecen inéditos, muy asociado a una puerta que abrió su investigación en torno a Leonardo: el predominio de “la sombra como símbolo de lo absoluto y la vastedad del inconsciente, los símbolos alusivos a esas realidades que no podemos penetrar a través de la herramienta de la inteligencia”.
“Encararme con las voces de mis muertos, sus fantasmas, era algo pendiente en mi historia personal. Mi padre murió de cáncer hace 32 años. Lo que me separaba de mi padre y de mis abuelos era la imposibilidad de comunicarnos a través del lenguaje. Ellos ocultaban heridas que formaban parte de su pasado y que estaban muy vivas”, detalló.












