Los 3 mexicanos nominados al Óscar

La versión de Pinocho del director mexicano Guillermo del Toro fue nominada al Óscar a la mejor película de animación, anunció la Academia de Hollywood.

Los filmes Turning Red, de Domee Shi; Puss In Boots: the last wish, de Joel Crawford; Marcel the Shell with Shoes On, de Dean Fleischer Camp, y The Sea Beast, de Chris Williams, son los otros candidatos. En su primera nominación en esta categoría, Del Toro reinventa el clásico cuento de Carlo Collodi.

Con la película de animación stop motion, el director mexicano explora temas universales como la vida, la muerte, la rebeldía y la compleja relación con el padre.

Cuarón busca otro Óscar

Cuatro años después de haber arrollado en la ceremonia del Óscar con Roma, el cineasta Alfonso Cuarón volverá a buscar uno en la categoría de mejor cortometraje de ficción como productor de Le pupille.

La historia sigue a un grupo de chicas de un internado católico antes de la Navidad, en una época de guerra y escasez. Cuarón tiene los premios de la Academia a mejor dirección (Roma y Gravedad); edición (Gravedad) y fotografía (Roma).

Iñárritu y Bardo

Bardo, del cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu, ha sido nominada al Óscar en la categoría de mejor fotografía. Compite con cintas como All quiet on the Western Front; Elvis; Empire of Light y Tár. La película Bardo, falsa crónica de unas cuentas verdades es una comedia dramática, épica, surrealista y de humor negro escrita, producida y dirigida por Iñárritu como una especie de desnudo integral que ha calado profundamente en su “álter ego”, el actor Daniel Giménez Cacho, intérprete del personaje principal.

La película se estrenó en la 79ª edición del Festival Internacional de Cine de Venecia, a competición por el León de Oro, y después de pasar por las salas de cine mañana tendrá su estreno digital mundial a través de Netflix.

Cuenta el viaje íntimo de Silverio, un reputado periodista y documentalista mexicano afincado en Los Ángeles que, tras ganar un prestigioso premio internacional, se ve obligado a regresar a su país natal.

Su regreso le hace enfrentarse a cuestiones sobre la identidad, el éxito, la mortalidad, la historia de México y los vínculos familiares. El absurdo de sus recuerdos y temores atraviesa su presente y llena su vida cotidiana de una sensación de confusión y asombro.

Bajo esa premisa, Iñárritu aborda una obra inmensa, con un metraje largo y denso cuyas escenas igual provocan carcajadas que un dolor casi físico. Surrealista de pies a cabeza, Bardo es una confesión y una declaración de principios, una reconstrucción emocional de la vida del director en un juego desafiante para el espectador donde se acumulan las preguntas y también algunas respuestas.