Lozano-Hemmer presenta obra interactiva
Latidos está abierta hasta 18 de agosto en Plaza Artz Pedregal. Es para el público en general y el costo de la entrada es de $5.00. Cortesía

“El corazón es el primer sonido que escuchamos desde el vientre de nuestra madre. Es, en parte, una extensión de nuestra anatomía porque es nuestro ritmo vital”, reflexiona el artista Rafael Lozano-Hemmer, quien presenta Latidos en Artz Pedregal, una exposición compuesta por cuatro obras realizadas de 2006 a 2019, que tiene como constante tres elementos: la tecnología, la anatomía y las relaciones personales.

“La exposición ‘Latidos’ tiene como punto de partida la idea del corazón humano como una fuente de ritmo que podemos utilizar con música, iluminación, proyección o animación de agua; la idea es sacar esto, que es en realidad un retrato, algo tuyo, algo íntimo y hacerlo tangible en un espacio común, para que tus corazonadas se vean en conjunto con otras, y es esa idea de un coro, de crear una sinfonía o una conjunción de registros individuales que hacen que la pieza se vea en relación”, explica el artista.

“Corazonadas Remotas”, en la entrada de la galería, consiste en dos estaciones de detección de pulso interconectadas a través de internet (originalmente ubicadas una Ciudad Juárez y otra en El Paso). Al colocar las manos en cada estación, el latido de dos personas se encuentra. El pulso se percibe como vibración en las placas, en sincronía con el corazón.

Más adelante, “Índice de Corazonadas”, detecta las huellas dactilares y la frecuencia cardiaca de los participantes. La persona introduce su dedo índice en un sensor que percibe ambos elementos (huellas y frecuencia) y el registro aparece en la celda más grande de una pantalla (parte de la instalación) pulsando al ritmo de su corazón. Actualmente, las imágenes exhibidas pertenecen a “los últimos 3369 coreanos” que intervinieron en ella.

Lozano-Hemmer no comparte la idea de una obra completa por sí misma, considera que, al menos las suyas, cobran sentido a partir de la percepción del público: “Tiene que ver con la idea de no tener una posición mesiánica. Yo estoy en contra de los artistas que tienen todo resuelto y que tienen soluciones para todo”. Añade que lo que le interesa al hacer las obras incompletas es que estén fuera de su control: “Decía Marcel Duchamp que es la mirada la que hace a la pintura. Entonces, si tú pintas algo y nadie lo ve, esa pieza no existe”.

Un par de instalaciones más componen Latidos; en “Tanque de corazonadas”, los sensores detectan la frecuencia cardiaca, pero en este caso la convierten en ondas de agua dentro de dos tanques. La ondas crean un espectáculo de luces. Al detectar el pulso de los asistentes, la instalación “activa solenoides que transfieren su ritmo cardíaco a los tanques, creando ondas radiales y cuadradas que interfieren y crean un espectáculo de agua turbulento”, afirma la curaduría.

“Almacén de Corazonadas” cierra la exposición. La obra utiliza cientos de focos transparentes colgados del techo de una sala oscura. El participante toca un sensor que permite detectar su frecuencia cardiaca y el foco más cercano a él parpadea al ritmo de su corazón. Cuando suelta la interfaz toda luz se apaga brevemente y la secuencia intermitentemente avanza una posición en la cola, hasta el siguiente foco de la cuadrícula. Cada vez que alguien toca la interfaz, se registra una nueva frecuencia de corazón. La idea está inspirada en la película Macario, de Roberto Gavaldón.

Además del sentido artístico, Latidos también está cargada de sentido social. “Cien años antes de que existiera esa frontera (entre El Paso y Ciudad Juárez), donde la puso Santa Anna, ésta ya era una comunidad única, junta, fraternal. Y poco a poco se ha ido intensificando esa división de forma antagonista y racista. Para mí era crítico que los artistas hiciéramos obras binacionales entonces la pieza (“Corazonadas Remotas”) lo que intenta, al compartir esas corazonadas, es tener esa sensación de una humanidad compartida. Que no importa lo que digan las administraciones nacionalistas, la gente sigue compartiendo en relación”.

“Yo antes decía que mi trabajo era tan grande como mis inseguridades, pero ahora voy a psicoterapia y hago cosas chiquitas. ‘Latidos’ no es chiquito, es una serie de obras que son inmersivas, que te rodean. No sé si he madurado o he cambiado, yo creo que ahora tengo muchísimas más preguntas que antes”, concluye el artista conceptual.