El arqueólogo e investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Jalisco, Daniel Ruiz Cancino, no es extraño a la historia del célebre mamut de Santa Catarina, la portentosa osamenta que exhibe en la sala de paleontología del Museo Regional de Guadalajara y que, este próximo 11 de febrero, cumplirá 60 años de haber sido descubierto y posteriormente colocado en un espacio museístico donde, con el tiempo, se ha convertido en emblema de esta ciudad.

Para Ruiz Cancino, la historia del mamut es “muy significativa” porque el primer trabajo cuando se convirtió en investigador de la institución “fue la celebración del cincuentenario del descubrimiento, fue la primera solicitud que se me hizo, pero también se trata de un animal que alguna vez estuvo vivo y llega a nuestros días hasta que muchos tapatíos le dan un significado de una u otra manera, eso me parece importante porque la sociedad se ha apoderado del bien cultural. Diría yo que es emblemático para todo Jalisco, la gente le tiene aprecio”, comparte en entrevista.

Así, como “visita obligada” cuando se asiste al museo, muchas generaciones tienen “su propia historia respecto al mamut”, pero lo que es un hecho es que “el descubrimiento puede adjudicarse al binomio del escultor —José Luis Larios— y el arquitecto —Diego Delgado Vega— porque sin ellos no hubiera habido mamut de Santa Catarina, aunque la curiosidad esencial, creo, es de Luis Larios, que era originario de Zacoalco”.

De esta forma, el mamut “tal como lo conocemos” habría sido imposible sin Luis Larios, “quien tenía una visión muy sensible debida a su formación artística” y, prosigue el arqueólogo, “destaco que haya hecho un dibujo a escala de cómo se hallaba la osamenta del animal, algo que hacemos los arqueólogos y que nos sirve para tener el contexto tridimensional de cómo se encuentran los objetos que investigamos”.

Ese es “uno de los primeros pasos acertados” del escultor, que “hizo la labor de recuperación de los restos, con muy buen criterio y, diría yo, instinto. Lo primero que destaco en la excavación, es eso. Otro momento importante fue al levantar los restos, porque algunos estaban muy delicados (lo escribió él mismo) y se agrietaban. Lo que hizo fue una mezcla de yeso e ixtle para encapsular las piezas para moverlas y que se dañaran lo menos posible. Ese fue el segundo momento de importancia, porque pudieron perderse los huesos y, la verdad, se rescató casi completo, en cerca de un 98 por ciento”, destaca el investigador.

Un tercer acierto clave en este proceso, afirma Ruiz Cancino, “fue cuando el INAH y las universidades involucradas le dan la responsabilidad de que se encargue de la restauración. No sabemos qué elementos utilizó pero lo consolida e incluso lo pone en pie, una labor titánica que logra en tiempo encomiable porque llevó a cabo todo eso solo”.