Maritza López (Ciudad de México, 1949) entiende la fotografía como un espacio de libertad, sin encasillamientos, por eso se abrió paso tanto en la fotografía documental y artística, como en la comercial. Esta versatilidad, que en su momento le granjeó el aislamiento del gremio fotoperiodístico, hoy es vista bajo otra luz; por tal motivo recibirá la Medalla al Mérito Fotográfico.
La artista visual será condecorada junto con John O’Leary, el 22 de agosto de 2025, en el 26 Encuentro Nacional de Fototecas. Ambos autores, quienes pertenecen a la generación libertaria y crítica de los años 60, serán reconocidos por sus trayectorias con el galardón que otorga el Sistema Nacional de Fototecas, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Artista todoterreno
En la obra de Maritza López lo mismo puede encontrarse la imagen de un jovencísimo soldado sandinista con el rifle contra el suelo, con la cual participó en la Primera Bienal de Fotografía (1980); los movimientos gráciles de la maestra Guillermina Bravo en pleno ensayo con el Ballet Nacional, o la sensualidad de la cantante Gloria Trevi, en el apogeo de su carrera, en los años 90.
“A los 17 años salí de casa. Soy de la generación de los 60. Con mis amigas ‘hippitecas’, entre ellas Ofelia Medina, compartimos un departamento en la Roma. Entonces ya trabajaba como restauradora de obras de arte, porque después de la preparatoria me inscribí en el Centro Paul Coremans, hoy Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía. Antonio Reynoso, quien estudió con Manuel Álvarez Bravo, era el maestro de fotografía. Además del registro de obra, él nos guió también en la fotografía artística. Después, con un amigo escritor, hicimos fotorreportajes, y el primero fue una entrevista a Adalberto Martínez ‘Resortes’, en su camerino en el teatro Blanquita”, cuenta.
En 2024, el Museo de Arte Moderno presentó “De viento y marea”, una selección de su obra de desnudo artístico, que le llevó a revisitar sus primeros portafolios para la pionera y efímera revista Eros. Tu yo es el mundo, y otros contenidos en libros, como Músculo corazón, masculinidades en México, en el que trabajó con su colega Rogelio Cuéllar.
Aunque considera ser mejor en el estudio, donde puede controlar la luz, hacer la puesta en escena y dirigir, y sentirse menos cómoda en la fotografía de calle, títulos como Laberintos caligráficos: Medio Oriente (aparecido en la colección Luz Portátil, editada por Artes de México) o sus series en torno a las festividades de muertos en la Huasteca potosina, Oaxaca y Michoacán, parecen contradecirla.
Para Maritza López la fotografía es vida y, quizás, por eso se desenvuelve en cualquier terreno. En calles, transportes, puestos callejeros, cuerpos cubiertos o al desnudo, descubre la danza de la existencia, el movimiento perpetuo y la entrega total del instante.