La fotógrafa Lourdes Almeida (Ciudad de México, 1952) regresa y relee series que tomó hace muchos años. Las revisa con otra mirada. Aunque de otros tiempos, las mujeres, los pasos de los migrantes, los desnudos masculinos y femeninos, están vigentes.
La más reciente vuelta al pasado fue a su serie “Mujeres de cuerpo entero”, tomada en los 80 y comienzos de los 90. Salvo por las modas pasajeras, Lourdes Almeida no haya cambios en las mujeres de entonces a las de hoy: “Lo que sí está cambiando es la violencia, y es en todos los niveles”, advierte. Una parte de los retratos de esa serie dio forma a la exposición “Cómplice” que presenta la galería José María Velasco.
¿Cómo fue la selección y el trabajo para esta serie?
“Fue una idea que tuve de retratar a las mujeres que estamos todo el día en la talacha. Las únicas que no entraron en mi proyecto son las que juegan poker o que se dedican hablar de los demás ‘ya estoy prejuzgando’. Me interesaba retratar estas mujeres que hacen mil cosas, que tienen un oficio, una carrera, una labor, y que sin embargo su aspecto puede ser el de cualquier mujer; retraté una costurera, pero no me interesaba su máquina de coser. ¿Cuál es la diferencia entre una costurera y una política? Tal vez nada, tal vez nada más la postura del cuerpo.
Lo que me gusta de la galería Velasco y del curador (Alfredo Matos, director) es que él es como un historiador, siempre anda urgando; tuvo el tino de ponerle ‘Cómplice’ porque siempre he pensado que para los que hacemos retrato lo único importante es la complicidad con la persona retratada”.
¿Cómo se dio la complicidad?
“Lo más curioso para mí fue ver la espontaneidad de las mujeres del campo, más sencillas, y la pose entre las de ciudad, como que siempre tuviéramos que demostrar algo, no sabemos ser espontáneas. Es muy difícil, a no ser en las niñas, lograr la espontaneidad. Eso habla mucho de nosotras, de qué tenemos adentro. Ese era el objetivo del proyecto: vernos a través de un gran mosaico; ver la diversidad”.
¿Por qué no presentar esos contextos que les pertenecen?
“No quería hacer estereotipos; no quería un pleonasmo”.
¿Por qué crees que hay menor espontaneidad en la ciudad?
“La gente del campo no es pretenciosa, es sencilla por naturaleza, tiene contacto con la tierra; la gente de la ciudad, o la que estudia, sabe que tiene tener una pose ante la sociedad o una forma para ser aceptada”.
Les toca responder a una imagen que se quiere de ellas...
“Sí, y no es nada sencillo. En el campo tampoco es nada sencillo”.