La historia del Edificio Basurto (Av. México 187, Hipódromo), uno de los más representativos de la Condesa, puede leerse como un caso excepcional entre las rehabilitaciones posteriores al sismo del 19 de septiembre de 2017. Muestra de las dificultades y los viacrucis burocráticos en los inmuebles colapsados o con daños, el Basurto está catalogado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) y la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi) como Patrimonio Artístico; en otras palabras, es un inmueble relevante del siglo XX mexicano.
En 2015, los inquilinos contrataron al despacho de ingenieros Colina del Buen para revisar el Basurto; en la azotea, por ejemplo, se retiraron tinacos que habrían provocado un efecto de péndulo invertido durante el sismo. Decisión que quizá redujo los daños del 19-S, cuenta la arquitecta Paloma Vera, quien trabajó junto a Pablo Rivera en el Proyecto de Rehabilitación del edificio; tras el sismo, los muros y algunas trabes presentaron fisuras.
Además del Basurto, la subdirectora general de Patrimonio Artístico Inmueble del INBAL, Dolores Martínez Orralde, precisa los casos de gravedad en la Roma y la Condesa: en el Conjunto Aristos, en Insurgentes y Tlaxcala, “colapsó una losa en una terraza, elemento agregado a la arquitectura original”; la demolición de una casa en Ámsterdam 32, la cual colindaba con un edificio más alto que, al moverse, la jaló hasta colapsar; y la Representación del Gobierno de Quintana Roo (avenida Álvaro Obregón 161, Roma), casona con fisuras en sus muros interiores.
Los proyectos patrimoniales sin concluir, Orralde cuenta que son tres de índole privada, atendidos con recursos de los propietarios: Chihuahua 95, proyecto de restitución, en proceso; Popocatépetl 46, misma situación, con daños por colindancia; Nuevo León 48, proyecto de restitución y reestructuración, también en proceso. Además del Ámsterdam 32, con apoyo gubernamental. “El patrimonio respondió bien al sismo. Las afectaciones se debieron a edificios colindantes, construidos en los 60 y 70, que no atendían al tipo de suelo ni a la mejora de normas técnicas”, señala.
Pero el Basurto muestra otra cara : de sus 42 inquilinos, seis son arquitectos; tras el 19-S, sus habitantes entraron en contacto con el Inbal para iniciar la rehabilitación, además de que costearon el proyecto. Aun con las aparentes ventajas, pudieron habitarlo hasta junio de 2021, casi cuatro años después. Tan sólo los permisos para poner un tapial —bloque de madera que separa al peatón de la construcción— tardaron seis meses.
El viacrucis burocrático, afirma Vera, empezó desde que el gobierno no tenía asesorías preparadas para estos casos. “No estaba centralizado todo en una sola institución, tuvimos que picar piedra, enfrentar la desinformación”. A pesar de que la Comisión de la Reconstrucción del Gobierno de la Ciudad de México los apoyó con 20 % del recurso del proyecto de rehabilitación, los vecinos estuvieron en una “condición de fragilidad económica brutal”; hipotecaron propiedades y buscaron otros esquemas de financiamiento no gubernamentales.
“Era nuestra casa, lo teníamos que hacer”, recalca, y dice que comprende por qué aún hay edificios sin reconstruir. “En muchos casos no pueden organizarse (los inquilinos) porque tres quieren que el gobierno pague todo, tres pueden costearlo y tres no tienen dinero”. Y plantea un escenario de los edificios demolidos: propietarios de un departamento de 100 metros cuadrados, que terminaron con uno de 60 por el alza inmobiliaria.
Otro aspecto, dice Vera, es el de las construcciones con valor contextual que no cuentan con el registro patrimonial. “A veces el inmueble está deteriorado o no tiene gran valor, pero si se quiere construir un segundo piso, no está permitido. Al respecto, Martínez Orralde indica que todos los edificios patrimoniales están catalogados: “Los edificios no catalogados carecen de elementos estéticos relevantes, por lo que no están en la relación del Inbal”.
Las lecciones del 19-S
A cinco años del sismo, las lecciones que quedan para Orralde son la importancia de una buena comunicación y organización entre instituciones y sociedad civil; y seguir la reglamentación de normas técnicas en el caso específico de los inmuebles que colindan con edificios patrimoniales. Además todos los sismos son distintos, “un ingrediente adicional”.