Un mosaico de época que retrata la otra cara del zapatismo durante la Revolución mexicana, a partir de cartas, documentos y registros antes no explorados, recuperan la historia de campesinos, cantineros, arrieros, niñas, niños, jóvenes y mujeres, se aborda en el libro La vida cotidiana entre los zapatistas, 1910-1920, del historiador Alejandro Rodríguez Mayoral.

El volumen, que será presentado el 28 de noviembre a las 16:00 horas en el Senado de la República, pone la mirada en los rostros anónimos y en su historia social y cultural, dice el historiador, a unos días de que se conmemore el 112º aniversario del inicio de la Revolución mexicana.

Además, captura diversos testimonios de niñas, niños, jóvenes, adelitas, mujeres desamparadas y da cuenta del uso del tiempo libre de los zapatistas, quienes interactuaban con los pacíficos, en bailes, ferias, juegos, corridas de toros, peleas de gallos y convivios en cantinas y pulquerías, y festejos cívicos y religiosos, para mostrar un mundo de carne y hueso.

“Esta investigación se enfoca, principalmente, en Morelos, en la parte sur de la capital, el Estado de México, en Puebla e Hidalgo, lo que me permitió comprender que esta vida cotidiana tiene que ser entendida a partir de la movilización, de los desplazamientos, de que no fue una barrera fija en cuanto a territorios, porque había mucha movilidad de ideas, de personas, problemas, intereses y de bienes”, explica Rodríguez Mayoral.

Uno de los objetivos es mostrar cómo la gente de la región debía negociar con el bando zapatista y con el oficial para no ver afectados sus intereses. “Es uno de los ejes principales del libro para comprender esta interpretación histórica, porque cuando nos enfocamos en la gente para saber quiénes fueron los zapatistas durante la Revolución, podríamos hablar de rebeldes que tomaron las armas, pero también de los pacíficos, es decir, de gente que no quería involucrarse en el movimiento o que sus condiciones o ubicación no le obligaron a estar de lleno en el movimiento o dentro de las filas zapatistas”, indica.

Rodríguez también comenta que el proceso revolucionario ocasionó que la vida de todos se viera afectada con la carencia de ropa y alimentos, así como con la inseguridad. “La vida cotidiana de la Revolución no se puede comprender sin tomar en cuenta el bandidaje. Porque ante las necesidades y la inseguridad en tiempos de guerra, algunos individuos optaron por satisfacer sus necesidades mediante el robo”, expone.

El investigador reconoce que hubo zapatistas que fueron bandidos, “lo que ocasionó un problema serio de legitimación de la causa agraria”.