El trabajo fotográfico del neerlandés Bob Schalkwijk plasmada en 207 instantes. Eso es lo que muestra la exposición “De adentro hacia afuera/De afuera hacia adentro”, inaugurada en el Centro de la Imagen, que celebran el 90º aniversario del artista visual y donde es posible revisar su trabajo en México durante los últimos 65 años y su paso por países como Brasil, Ecuador, Egipto, China y Túnez, entre otros.
Schalkwijk llegó a México en 1958 y desde entonces quedó encantado con sus personajes, sus calles, su arquitectura y ha incursionado en todas las regiones del país, en especial en la Sierra Tarahumara, aunque también ha capturado los momentos menos afortunados, como los sismos de 1985. Además, ha sido un viajero incansable que ha recorrido cerca de 50 países.
¿Por qué se quedó en México?
Porque me gustó todo. Era una ciudad muy bonita, alegre y sin tanta gente. Entonces quise vivir en el Centro Histórico y después me fui a San Lázaro y a Coyoacán.
¿Recuerda su primera cámara?
Era una cámara de 10 por 10 centímetros, una Kodak “brownie”, la más chiquita que han producido, con una película de 127, con un formato de 4 por 6.5 cm y entonces ¡clic!, ¡clic!, ¡clic! La primera fotografía que tomé con esa cámara fue en una exhibición de aviones caza y salió muy bien. Así empezó todo.
Mira, yo no soy nada paciente, pero aprendí a ser paciente en la cuestión fotográfica. Tú te pones el traje del fotógrafo y eres otra persona. Lo que me gusta de mi trabajo es que hay tantos tipos de fotografía y de personas, por ejemplo, cuando la gente dedica horas a producir llantas, papel periódico o hacer una cirugía de corazón abierto. Todo eso me ha sorprendido y me ha enseñado mucho.
¿Qué temas le han interesado más?
La gente en una fábrica o en un mercado. Por ejemplo, tomé fotografías aquí cerca (del Centro de la Imagen) de cómo se hacen los sombreros Tardan, y puedo decir que la serie más amplia que he hecho es la que corresponde a “La Sierra Tarahumara y su gente”, la cual empecé en 1965. Fueron muchas fotos. En total hice 17 viajes a la sierra y resultaron más o menos ocho mil fotografías.
¿De qué fotógrafo se siente más cercano?
Pierre Verger fue para mí un ejemplo. Conocí su trabajo y me encantó lo que hizo con el mundo inca y siempre he querido hacer este tipo de trabajo. Para mí una fotografía es hacer una reproducción, entonces me dicen que es arte y sí, sí, pero es una reproducción. Yo tengo una persona enfrente de mí y trato de fotografiarla lo más exacto posible.