Muestran la otra herencia prehispánica
La herencia ancestral que dejaron los mayas también fueron los tatuajes. Cortesía

La Dama de los tatuajes: piercing en el tabique nasal, expansiones en ambas orejas y volutas floreadas tatuadas sobre el pecho derecho, bien podría ser una joven de las que pasea a diario, pero lo cierto es que es una figurilla con más de mil 500 años de antigüedad.

Concretamente data del periodo maya clásico, alrededor del 450 d. C., apunta en una entrevista la arqueóloga Sofía Paredes. “Los mayas del periodo clásico parecen haber destacado en la ornamentación de sus cuerpos a través de la pintura corporal, las transformaciones físicas extremas y el uso de variedad de joyas y prendas de vestir”, asegura la experta.

De hecho, La Dama de los tatuajes, como se conoce a esta figurilla, tiene su rastro marcado por la “cicatrización”, otra técnica decorativa que mediante heridas en la piel creaba relieves con círculos, líneas y espirales alrededor de los ojos y las comisuras.

“En la naturaleza humana está el quererse decorar la piel”, reflexiona Paredes, quien no duda en llevar sus conocimientos sobre el mundo maya a los foros de tatuajes que se celebran por todo el mundo para mostrar la relación existente. Hoy los tatuajes ya no forman parte de la cultura de los pueblos originarios. “El indígena ya no se tatúa”, apunta la arqueóloga.

La conquista española y consiguiente introducción de estructuras occidentales en las que esta práctica se asociaba a presos y minorías estigmatizadas provocó que los herederos de la tradición maya renunciaran a ella.

A diferencia de otras técnicas, los tatuajes no eran una práctica única de los pueblos mesoamericanos: la Dama de Cao, de la cultura mochica de Perú, una princesa Siberiana o incluso Ötzi, el Hombre del Hielo, la momia natural mejor conservada de Europa, contaban con tatuajes.