En el jardín de un hotel al sur de la capital del estado de Chiapas, cuatro hermanas esperan la entrevista con Cuarto Poder para hablar de cómo rompieron paradigmas y lograron lo que hasta ese momento era imposible, pero sobre todo, demostraron que también ellas eran capaces de hacer lo que solo les estaba permitido a los hombres.
Elizabeth, Maribel, Martha y Silvia, las hermanas Gutiérrez Niño, fruto del matrimonio de Ángel Ezequiel Gutiérrez Aguilar y Martha Niño Aguilar, comparten cómo algo que nació como un pasatiempo se convirtió en el vehículo que las llevaría a estar en televisión nacional, a ser las pioneras en formar un cuarteto musical en Chiapas integrado por niñas, y de qué forma abrieron el camino para que otras mujeres incursionaran en el mundo de la marimba.
El acordeón pesaba
Recuerdan que todo inició en la infancia, cuando su padre, quien era profesor egresado del Conservatorio Nacional de Música, se dedicó a transmitirles sus conocimientos. Martha dice que antes de aprender las vocales ellas ya sabían el do, re, mi, fa, sol, con el acordeón. Este patrón lo enseñó a todas sus hijas, de la más grande a la más pequeña.
Detalla que el acordeón pesaba; entonces, para evitar que las lastimara, su padre les colocaba una almohadilla para que ahí descansara el peso del instrumento. Para ellas era natural aprender a ejecutarlo y lo hacían sin ninguna pretensión y no oponían resistencia.
“Mi abuelo materno, el profesor Ariosto Niño Archila, le regaló a mi hermana Elizabeth un piano y le dijo: ‘Como ya sabes tocar el acordeón, deberás aprender a tocar el piano’. Y así lo hizo, ella aprendió y entonces esto se repitió con Maribel y, a su vez, con Martha y Silvia. Lo que hacía una lo hacíamos las demás”, cuenta Martha.
Al rededor del año de 1976, estuvieron en la Ciudad de México y vieron a la marimba Nandayapa, que estaba integrada por unos chamacos, hijos de don Zeferino Nandayapa. Las hermanas estaban impresionadas al ver cómo las baquetas subían, bajaban y sonaban, de tal manera que les despertó una idea.
Y si tocáramos…
Singularmente, los ejecutantes de la marimba eran cuatro y ellas son cuatro hermanas. Entonces, hablaron con el profesor Ángel Ezequiel
“Papi, si ya sabemos las notas, sabemos tocar el piano y el acordeón, ¿qué se requiere para tocar la marimba? Ellos son cuatro y nosotras somos cuatro. ¿Podemos? ¿Tú sabes tocar marimba?”, preguntaron. El maestro respondió de forma tajante: “Cómo no lo voy a saber, si yo también me gané el pan tocando la marimba. Pero no, ustedes no pueden tocar”.
Las hermanas, que viajaban en el asiento trasero del automóvil de la familia de regreso a Chiapas, se quedaron viendo entre ellas y pidieron que les explicara por qué. El acordeonista contestó: “No. Miren, el primer requisito para que alguien ejecuten la marimba es que sea niño, que sea varoncito. Cómo ustedes, si son niñitas”.
La reacción de Elizabeth, Maribel, Martha y Silvia fue la risa, porque no comprendían lo que su padre les había dicho. Ellas pensaban que cumplían con todo para ser marimbistas, pues tenían manos, conocían de música y no pensaban que el género impidiera su deseo.
Por eso, ante la negativa, pidieron una explicación más contundente. Durante el viaje, el maestro se rascaba la cabeza mientras argumentaba sus razones para no ceder ante la petición de sus hijas, quienes insistían en aprender.
“Es que, miren, las niñas no tocan marimba. ¿Acaso ven ustedes a niñas tocando? Cómo les voy a enseñar. No. Además se necesita de mucha fuerza en los brazos porque hay unos movimientos que así lo requieren para alcanzar la vibración, para alcanzar los bajos. Miren sus brazos, están delgados, y están muy pequeñas. No me da mi corazón el enseñarles porque les provocará dolor. Ya no me digan más”, refutó el papá de las niñas.
El viaje, que era largo, provocó que las cuatro se durmieran y no se hablara más de la situación, pese a que no quedaron convencidas de lo que su padre les explicó. Su madre, quien viajaba con ellas, no opinó mucho; solo les decía que todo dependía del maestro Ezequiel.
Un ruido fuerte se acercaba
Al día siguiente de llegar Tuxtla, las hermanas se despertaron y empezaron a preguntar por su papá, a lo que su madre les respondió que había salido pero que no sabía a dónde.
Por la tarde, Ángel Ezequiel regresó y gritó que ya había llegado, mientras un ruido fuerte se escuchaba cada vez más cerca. Era un camión de carga que se estacionaba frente a la casa. “Vayan a ver qué es lo que trae su papá, porque lo viene siguiendo un camión”, dijo la profesora Martha Aguilar.
Las cuatro salieron a la calle para ver. La sorpresa fue mayúscula cuando notaron que en el camión venía una marimba vieja que don Ezequiel fue a conseguir en Acala. Era una marimba grande para que cupieran las cuatro.
Elizabeth, Maribel, Martha y Silvia daban de brincos y gritaban de emoción. Él les hizo saber que lo habían convencido y que salió a los pueblitos a buscar dicho instrumento hasta encontrarlo, un poco vieja pero con buen sonido que estaba en re mayor.
La marimba tenía el nombre de Estrella de Oro y cuando la bajaron empezaron a limpiarla y ha colocar algunos componentes. Cuando estuvo lista, las hermanas ya tenían las baquetas entre sus dedos esperando la primera lección. “Yo quiero comer primero”, dijo don Ezequiel. “Enséñanos, aunque sea un poquito”, replicaron las cuatro.
Esa noche aprendieron a tocar “Vals Tuxta”, del maestro David Gómez, con partitura porque la tenían en casa. Al día siguiente pidieron otra; luego, a los cuatro días ya querían una canción nueva, y en poco menos de dos semanas ya tenían un repertorio de ocho piezas.
Luego le comunicaron a su padre que querían aprender a tocar una pieza como las que ejecutaba Zeferino Nandayapa, a lo que respondió que esas eran clásicas. Ellas ya sabían leer partituras y no veían un impedimento mayor, por eso empezaron a escuchar un disco del maestro y su padre escribió las notas.
Regresan a México
Al año siguiente la familia regresó a la Ciudad de México. El viaje anterior había sido porque tramitarían unas visas. Tanto el maestro Ezequiel como Zeferino eran amigos y por eso se visitaban con cierta frecuencia. En 1977 fueron a Estados Unidos en coche, lo cual les llevó cuatro días. Ese mismo año llevaron una sorpresa para la familia de Nandayapa.
“Zeferino, ¿dónde esta tu marimba?, ¿podemos bajar? Quiero enseñarte lo que aprendieron mis hijitas”, expresó Ezequiel. El maestro respondió que estaba en el estudio, por lo que todos fueron hasta ahí y las hermanas Gutiérrez Niño comenzaron a tocar música regional, clásica y semiclásica.
Entre los años 77 y 78, las hermanas se presentaron en reuniones privadas. En una ocasión, un amigo de su padre que vino de la Ciudad de México fue invitado a comer a la casa de la familia Gutiérrez Niño para que escuchara a las niñas.
El invitado era Daniel García Blanco, en ese entonces director artístico del programa de Imevisión Sábados con Saldaña, y al escuchar la primera pieza le dijo a Ángel que lo llevara a su hotel, dejando en el desconcierto a las cuatro ejecutantes.
La calma llegó cuando supieron que este había ido por su grabadora al hotel, con la intención de llevar un registro de lo que había escuchado y proponerlo para que salieran en televisión nacional.
Daniel le preguntó a Ángel Ezequiel si estaría dispuesto a llevar a sus hijas a la Ciudad de México con todo y marimba, para que aparecieran en dicho programa.
Pasaron unos tres meses hasta que llamaron por teléfono al maestro Ezequiel para contarle que Saldaña no creía que fueran las niñas las que tocaban sino que era Zeferino, por lo que fueron citadas para que un sábado estuvieran en el estudio, pero justo ese día se celebrarían los quince años de una de ellas.
“Todo ya estaba listo, las invitaciones entregadas, la comida ya encargada”, recuerda Martha. Pero faltaba la opinión de la festejada. “Ni me estén convenciendo, ¡vámonos ya!”, fue la respuesta de la quinceañera.
Rápidamente empezaron a buscar cómo transportar la marimba, que era desarmable, por lo que buscaron una caja adecuada para poner todo y así cumplir el sueño de salir en televisión
Mañana saldrá la segunda entrega de esta entrevista con las hermanas Gutiérrez Niño, quienes contarán cómo les fue en Sábados con Saldaña y su primera producción musical.