¿Qué pasaría si el año nuevo no llegara?, se pregunta el dramaturgo, guionista e investigador Jaime Chabaud (Ciudad de México, 1966). El cambio de poderes se da en los municipios de casi todo el país el primero de enero, dice Chabaud y profundiza en las particularidades de lo que significa una situación así en el poblado ficticio de Tlaltizapongo, que alude a Tlaltizapán, Morelos, y es el lugar donde suceden los hechos de la obra de Mulato Teatro, Quién secuestró a Año Viejo.
“¿Qué pasaría si por las quejas de los habitantes el año viejo se negara a irse? No podría haber cambio de poderes, ya no hay presupuesto, hay desabasto de alimentos y de medicinas. Y lo peor: se acaba el refresco y la chela, no llegan los Reyes Magos, no hay servicios de salud, no hay servicio de limpia, los perros ya se quedaron sordos de seguir oyendo cuetes. En fin”, detalla.
Esto dislocaría el orden natural de las cosas, continúa Chabaud: “Y los presidentes municipales salientes que no solo dejan limpia la presidencia municipal, sino que la dejan desmantelada... Algunos hasta el cobre se llevan, venden las patrullas, es un desastre, dejan deuda, no pagan aguinaldos, dejan deudas. ¿Y qué pasa si eso se prolonga?”.
Un cambio en los personajes
La directora, Marisol Castillo, explica que Quién secuestró a Año Viejo es una parodia: “No llega a ser pastorela porque no utilizamos los personajes clásicos de la misma. El público no verá pastores ni al diablo y al ángel que los está tentando o los está guiando. Queremos visibilizar esa tradición que compartimos en algunas partes de México donde se quema el muñeco del año viejo y se le cargan todas las cosas negativas que han pasado en el transcurso del año. Y, al final del mismo, se quema para empezar un nuevo ciclo”. El actor José Manuel Galván Leguizamo, quien interpreta al año viejo, dice que la obra es una reflexión sobre la responsabilidad de los propios actos.












