Gastón Pavlovich es un productor mexicano que ha conquistado a Hollywood. Hijo del norte, contador de historias y buscador incansable de inspiración. Pavlovich es un puente entre el arte y la industria, entre México y el mundo, entre la humildad y la grandeza.
Esta conversación es una brújula para quienes desean incursionar en el séptimo arte con propósito y permanencia.
¿Quiénes son tus tres mentores luminosos y cómo te han guiado para manejar el éxito y el fracaso?
Primero, Jesucristo. Salva mi alma, guía mi camino, me consuela en momentos difíciles y me recuerda que revolucionó al mundo con un mensaje de amor y redención. Está presente en cada paso y me espera al final de mi camino. “¿De qué te sirve ganarte el mundo si pierdes tu alma?”. Esa pregunta me ayuda a no perder mi centro.
Segundo, Marco Aurelio. Sus Meditaciones forjaron mi filosofía de vida y me presentaron al estoicismo, corriente que ha moldeado mi esquema mental. Él dice que el éxito y el fracaso son eventos externos, no deben alterar tu paz.
Tercero, Rudyard Kipling. Su poema “If” (“Si”) ha definido mi carácter como hombre y caballero. Su pensamiento: “Si puedes encontrarte con el triunfo y el desastre, y tratar a ambos como los impostores que son…”. Ni el éxito ni el fracaso me definen. También me enseñó que “si puedes soñar, y no hacer de los sueños tu amo”, puedo seguir los anhelos que vienen del alma, sin permitir que mis sueños se vuelvan obsesiones.
¿Qué películas y música han marcado tu vida?
Películas: El Padrino; Cinema Paradiso; It’s a wonderful life. Música: rock ochentero. Soundtrack: todo Ennio Morricone, especialmente Cinema Paradiso.
¿Cuál es el lema de tu casa productora La Fábrica de Cine?
“Historias de gente ordinaria haciendo actos extraordinarios”. Buscamos historias que entretengan, con las que el público se identifique y que inspire a millones.
¿Qué significó para ti El estudiante?, película que además escribiste
Fue uno de los momentos más plenos de mi vida. Sentí esa conexión divina del acto de crear. Ver cómo conmovió a tantos y cómo ha resistido el paso del tiempo, invaluable.
¿Cómo fue producir The Irishman, película con 10 nominaciones al Óscar, y qué aprendiste de esta experiencia al trabajar con tantos íconos de Hollywood?
Todo comenzó con Silence, de Scorsese. Me dijo: “Si logras producir esta película, harás la siguiente conmigo”. Al año, me llamó: “La siguiente es ‘The Irishman’, pero los derechos son de (Robert) De Niro”. Me reuní con él en Nueva York. Al día siguiente, recibí el mensaje de Scorsese: “Bob dice que vayamos con Gastón. Felicidades’. Nunca olvidaré esas palabras.
¿La lección? Hollywood, a veces, se parece a un mundo de mobsters. Aprendí la importancia de no idolatrar a nadie. Me relacioné como igual, para ganarme su respeto y poder hacer bien mi trabajo. La clave para ganarte la confianza de un director o un inversionista es ser claro, directo, honesto y profesional. Mirarlos a los ojos. Que sepan que sé lo que hago y que cumplo lo que prometo. Las nominaciones al Óscar se agradecen, sin cegarme por el brillo. Los premios no son el objetivo.