El programa Investigadores por México (IxM), antes Cátedras Conacyt, fue puesto en marcha el sexenio pasado como alternativa para brindar a jóvenes científicos talentosos una opción laboral ante las exiguas plazas que se liberan en las universidades y centros de investigación –debido a otro problema, la inexistencia de adecuados planes de jubilación académica. También fue una alternativa para evitar la fuga de cerebros.
En 2018, el programa alcanzó un pico máximo de casi mil 500 plazas, sin embargo, un sexenio después ronda las mil 200; tras el cambio de gobierno no hubo convocatoria hasta 2022, cuando se asignaron 118 plazas, en tanto que en 2023 fueron 45. Este año, solo hubo 24 plazas, pero solo diez de ellas para hacer investigación, el resto fue para una nueva modalidad administrativa (Modalidad 2).
Decenas de esas plazas “perdidas” fueron dadas de baja como “despido injustificado”, lo cual ha sido visibilizado por el sindicato, creado hace un lustro como resultado de los agravios laborales a los ex Cátedras, pero que nunca ha sido reconocido por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (Conahcyt), encabezado por María Elena Álvarez-Buylla, sobre quien se ciñó una denuncia (CE-CONAHCYT-05240219-2400) por acoso laboral de una ex IxM. “La lectura del sindicato es que la normativa del programa no está realizada en apego a los derechos laborales y humanos en México”, señala Beatriz Díaz, miembro del sindicato. “Conahcyt niega el derecho a la estabilidad laboral y condiciona el empleo. Las reglas son meritocráticas, pero muchas veces estamos en instituciones estatales donde no se tienen las mejores condiciones para realizar nuestro trabajo”, agrega la académica, quien enfatiza que no es lo mismo trabajar en Ciudad Universitaria de la UNAM que en una de provincia, aun así, Conahcyt evalúa bajo el mismo criterio.
Problema de fondo
Beatriz Díaz recuerda que, la administración actual tenía una predisposición contra el programa, “desconocemos por qué. Pensamos que es positivo para las futuras generaciones y es una alternativa novedosa: descentralizar y enviar talento que se genera en el país a distintos lugares geográficos”.
El problema generado de origen y recrudecido en este gobierno con los Investigadores por México es de fondo, estructural y está irrestrictamente vinculado con la falta de plazas y oportunidades para investigadores jóvenes que siguen egresando de universidades de todo el país, en tanto que se sigue alentando el desarrollo de más niños y jóvenes por vocaciones científicas. Del otro lado, se encuentran académicos consolidados que no dejan sus plazas, puesto que su jubilación no sería proporcional a su sueldo y, aunque muchos aún son productivos, otros más están condicionados por la merma económica que podrían sufrir.
“Este programa se queda como uno de los pendientes de este sexenio, que no pudo ver su potencial como una de las apuestas más importantes del Estado mexicano para impulsar la investigación nacional a través de nuevas plazas para jóvenes investigadores”, señala Edgar Guerra, miembro del programa y del sindicato.
El académico añade que han atravesado por un pernicioso periodo de polarización y conflicto, donde la falta de dialogo de Conahcyt con el sindicato y el programa propició una pérdida para todos. “La academia se basa en el diálogo y la conversación. En nuestro caso, quienes conocemos mejor las fortalezas y debilidades del programa somos los investigadores (as). Por eso, queremos compartir con la próxima Secretaría este conocimiento sobre el programa y ayudar a fortalecer los puntos que funcionan”.