La vulva, aun en el arte, despierta polémicas. Desde su nombre. A lo largo de la historia, incluso el nombrarla resulta incómodo ¿Vulva o vagina? El ocultamiento fue parte de la historia de la pintura L’origine du monde (El origen del mundo), realizada en 1866 por Gustave Courbet. Y en este 2021, una vulva que su creadora, la artista brasileña Juliana Notari, llamó Diva, ha causado mucho ruido, visible sobre todo en redes sociales.
En el Brasil de Bolsonaro, esa escultura de una vulva roja, dentro de una verde montaña, de 33 metros de largo, 16 de ancho y 6 de profundidad, construida a lo largo de 11 meses, formada por capas y visible para todos, ha sido objeto de críticas y alabanzas. Diva es una obra poderosa, bella, histórica y única.
Es más que paisaje, es un gesto radical. La escultura en la tierra es parte de un proyecto artístico en un parque que fue reforestado, la Usina de Arte, y se encuentra en Água Preta, Mata Sul de Pernambuco; fue creada por Notari con apoyo de 20 artesanos. Y es una obra donde continúa en el lenguaje de sus obras anteriores: el cuerpo femenino y la naturaleza.
En su cuenta de Instagram, Notari manifestó que el propósito de la pieza es “dialogar con cuestiones que remiten a la problematización de género, a partir de una perspectiva femenina aliada a una cosmovisión que cuestiona la relación entre naturaleza y cultura en nuestra sociedad occidental falocéntrica y antropocéntrica” y que hoy estos temas “se han vuelto cada vez más urgentes”.
El periódico británico The Guardian dio cuenta de las críticas de sectores, como simpatizantes del presidente Jair Bolsonaro. El Daily Mail refirió la molestia que causó y la reprodujo, solo que pixelada, como si la obra de arte fuera pornografía o atentara contra la intimidad de una persona.
Acerca de las críticas a la escultura, que se presentó el 31 de diciembre, la artista dijo en una entrevista con Eduardo Sena, para Marie Claire: “Esta incomodidad fue una sorpresa. Publiqué el resultado del trabajo con gran alegría. Mi trabajo toca temas muy viscerales que la sociedad intenta esconder; esas cosas más abyectas, con sangre, y este tema de la vulva lesionada que deja al descubierto una dimensión traumática y violenta de lo femenino”.
Añadió que “el poder de la mujer para procrear es muy aterrador, sobre todo cuando se piensa en la madre tierra. Nacimos en la vagina y volvimos a la tierra. Es un lugar de vida o muerte. Y esa herida está en la tierra. Además de ser sexual, la obra registra la dimensión sagrada de la vagina”.
Del contexto en que se hizo la obra, dijo: “Vivimos en una sociedad misógina, con cuerpos femeninos domesticados, que obedecen a la disciplina y dinámica de la sociedad patriarcal”. Agregó que el odio y la misoginia vienen con una fuerza potente, apoyados en el momento político reaccionario y fascista en Brasil.