En realidad, afirma la escritora y feminista argentina Claudia Piñeiro, pensé la novela a partir de una imagen disparadora: una chica cayendo de un edificio. Esa chica llamada Juliana, es una escort vip que se lanzó o fue arrojada y es parte esencial de La muerte ajena (Alfaguara), su nueva novela que ahora indaga en la explotación de la mujer en el siglo XXI y en la relación entre el poder y prostitución en tiempos de posverdad.
“Todo lo que tiene que ver con el trabajo sexual sigue siendo una discusión que está muy abierta, incluso dentro del feminismo. Hay mujeres abolicionistas que están totalmente en contra del trabajo sexual y creen que todo trabajo sexual es trata, y hay otro grupo de mujeres que dicen que no es así y piden regulación, que las mujeres que ejercen el trabajo sexual tengan derechos y sean protegidas”, afirma la narradora.
La también guionista y dramaturga asegura que en Latinoamérica estamos más cerca del regulacionismo. “Comprendemos mucho más la situación de una mujer que tiene que llegar al trabajo sexual o que llega al trabajo sexual porque lo decide”.
Cuestiona que siempre se analice el tema desde el punto de vista de las mujeres, pero no de los hombres que contratan estos servicios, y que siempre la mirada que juzga es sobre esas mujeres. De ahí que en La muerte ajena explora el tema desde las muertes que nos interpelan y otras que nos parecen ajenas. Como es el caso de la muerte de una escort o de una prostituta, que es mucho más fácil hacerla ajena, la sociedad pierde interés y la muerte termina desapareciendo y nunca sabes si hay justicia.
Protagonista
Optó por una protagonista periodista llamada Verónica Balda, quien no había pensado el tema y no toma una decisión al respecto. “Nos exigen a todas que tengamos una posición tomada con respecto a todos los temas y hay temas sobre los que queremos seguir discutiendo. En todo momento traté de que la novela no juzgara a Juliana, que es la chica que ejerce la prostitución, sino que juzgáramos, en todo caso, lo que se le hizo, es la víctima del crimen”.
Sobre cuáles son los temas, además del trabajo sexual, discute el feminismo, Piñeiro asegura que uno de los principales es cómo resistimos a esta sensación que quieren implantar sobre todo hombres, de que hemos reclamado demasiado. “En mi país conseguimos la ley del aborto y parece que todos los males del país son porque nos distrajimos en conseguir la ley del aborto, dicen, ‘el gobierno se distrajo de los temas y no resolvieron, por la ley del aborto’. Y no tiene absolutamente nada que ver. Nosotros merecemos tener las leyes que nos otorguen derechos y nos faltan más”.
Dice que el feminismo hoy es visto como mancha venenosa y mala palabra y que los males de la humanidad es porque las mujeres reclamamos los derechos. “Hay muchas campañas de baja natalidad y dicen que las mujeres somos las culpables, porque usamos anticonceptivos, porque no podemos quedar embarazadas, porque podemos hacer un aborto. Hay mucha campaña para que la mujer vuelva a su estado antiguo, que se quede en su casa y cuide a sus hijos. Exigen volver atrás de lo que conseguimos”.
Piñeiro asegura que la realidad es que las mujeres pensamos que todavía nos falta conseguir más y que no tenemos un pie de igualdad con los hombres. “Hemos conseguido muchas cosas, pero no podemos de ninguna manera decir que estamos en plano de igualdad; nos quieren hacer creer que nos pasamos. En Argentina dicen: ‘Se pasaron tres pueblos’. No, no nos pasamos tres pueblos, recién empezamos a conseguir algunos derechos que nos faltaban y nos faltan otros”, afirma.
Cita una frase de Simone de Beauvoir que dice: “Nunca faltará una crisis religiosa, política o económica que venga a quitarnos los derechos que tenemos adquiridos”. Piñeiro, arremete: “Hay que estar atentas; parece que ya llegamos, ya aceptaron que nos merecíamos esto y no nos lo van a quitar, pero hay retrocesos, como los que han ocurrido en Estados Unidos o en su país, Argentina, que en este momento nada pesa nada”.