Poemas de Octavio López Rojas

El escritor es originario de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Nació el 31 de diciembre de 1973. Para comentarios puede escribir al correo octavioloro@hotmail.com.Sin esperarSin esperar,

para cuando leas,

ya estaré dormido.

Inevitablemente dando tumbos

en el abismo, en la caída;

en el cobertizo,

en tenue lluvia que cae,

precipitándose de uno en uno,

mi sudor y mi frío,

colapsándose en las llamas,

de un soneto,

por tanto hastío.

¡De la ausencia,

del dolor,

de la tristeza!

Donde mi pecho no oxigena,

donde cabalga,

notas de cristal,

desaforadamente buscando y no encuentra

¿Su destino? o acaso ¿Tu olvido?

La necedad de no quererte.

¿Conmigo?

Del árbol que espera al pájaro herido,

la roca o el cable,

¿El suplicio?

¡Esta vida loca de amar viene contigo!

¡Incesantemente mordaz!

¡Cruel!

¿De idilio?

¡De hambre y sed!

No hay que olvidar,

cuanto te amé,

y todavía te amo;

aun así me atrevo en el olvido,

y nuevamente a caer,

de uno en uno,

de segundo en segundo,

¡en tus brazos divinos!

Estaré contigo

Aunque no estés presente,

encontraré la fuente del destino

¿Encontraré acaso mi muerte?

¿Titilarán tus destellos al verme?

Plausiblemente lento,

mi corazón transite hueco,

en la dicha del inerte,

encuentro furtivo del camino,

y parece llorar la suerte,

del que quiere volar contigo.

¡Contigo mi piel, contigo!

¡Contigo el aire que respiro!

Nostalgia del creyente,

del ahumado, del quemado,

¡Del ausente!

Contigo se lame la silueta del mendigo,

del desesperado, ¡del cautivo!

Para algunos eres flor,

para otros eres mezquino,

¡sangre virulenta de andares de otro vino!

Que al vaho del cristal se asoman tus caderas;

si tan solo yo… ¡vivo!

Corazón herido

Compartiendo tiempo contigo,

en el espacio amargo que mi cuerpo ocupa,

en donde a veces llora, vacío,

de inexistente desvaríos,

entrego el alma a mis recuerdos.

De lo que pudo ser y no ha sido,

¡Así mi alma contigo!

Transparente e ingenua como siempre,

a caudales llega ese remolino,

moviendo aguas torrenciales,

de penas, dolor y destino.

¡Que ingenuidad la de la muerte!

¡Que descansa pronto dicen que existe alivio!

¡Para un corazón herido que tartamudea sin cesar los restos de mi suerte!

¡Qué hermosura sería tenerte!

¡Que ventana más grande!

La del delirio agonizando,

que se calcina en quererte.

¡Pues quererte

así sin dolor está prohibido!