Del 28 al 30 de septiembre, el Museo Nacional de Antropología, el Auditorio Nacional y el Complejo Cultural Los Pinos serán las sedes de la Conferencia Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) sobre Políticas Culturales y Desarrollo Sostenible Mondiacult 2022. La Ciudad de México fue hace 40 años sede de la primera Conferencia Mundial Mondiacult sobre Políticas Culturales.

Para Eduardo Cruz, coordinador del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (Grecu) y exagregado cultural de México en Chile y Colombia, el Mondiacult 2022 es uno de los eventos más importantes de la Unesco desde su fundación, un hito que sucede 24 años después de la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales para el Desarrollo, celebrada en Estocolmo, Suecia, en 1998, y un reto del que se espera que el gobierno federal “salga airoso y muestre un rostro comprometido con los liderazgos mundiales”.

En palabras de Ernesto Ottone, director general adjunto (ADG) de Cultura de la Unesco, “el reto está en cómo México, que ha tenido una diplomacia reconocida y de larga trayectoria, alcanza el consenso en torno a la agenda del futuro. Estamos en un momento álgido entre los países, tomando en cuenta que hay conflictos armados que relucen en Europa, la región árabe o Afganistán y desafíos como el cambio climático. Desde hace dos años y medio, cuando empezó el proceso de preparación de esta reunión, se ha entendido que México tiene un rol que jugar en el trabajo de estos lineamientos para el futuro que permitan ir más allá de los instrumentos que ya existen a nivel internacional”.

Aunar voluntades, refiere el gestor cultural chileno, entre los ministros de Cultura para construir la agenda que defina el bien público global y que en el futuro “la cultura finalmente arme una política que busque el diálogo entre los países. La cultura es, por esencia, lo que nos queda como diálogo cuando todo lo demás ya no existe entre los países. A nivel multilateral, es un instrumento de diplomacia cultural”. La diplomacia es uno de los puntos a resaltar también para Cruz, quien ve como uno de los retos del gobierno federal el relanzamiento del programa de diplomacia cultural por parte de la cancillería —un gran pendiente, dice, tras la renuncia de Enrique Márquez a la Dirección de Diplomacia Cultural de la Secretaría de Relaciones Exteriores—, y el planteamiento de lo que esto implica en el resto del sexenio.

Para Edgardo Bermejo, exagregado cultural de las Embajadas de México en la República Popular China y en Dinamarca, y exdirector general de asuntos internacionales del extinto Conaculta, es importante identificar al menos cinco temas esenciales de las políticas culturales de nuestro tiempo para su incorporación en la agenda de Mondiacult.

“La cultura para la paz, es decir, entender a la cultura como elemento de transformación social y unidad entre las sociedades; el reconocimiento y defensa de los Derechos Colectivos, que pasa por el pleno reconocimiento y el fomento de la diversidad lingüística y el multiculturalismo de nuestras sociedades; la protección del patrimonio cultural como bien de la humanidad y la lucha contra el tráfico ilícito de bienes; la construcción de un nuevo marco legal para la defensa y ejercicio de los derechos culturales y de la libertad creativa, y el impulso decidido a los ecosistemas de la economía creativa en un nuevo entorno digital cargado de oportunidades pero también de grandes desafíos”, idnicó.

El hecho de que se realice un encuentro homónimo en México, cuatro décadas después, es simbólico, señala Ottone. En 2019, durante un encuentro entre más de 130 ministros de Cultura, México propuso la formalización del evento. En 1982, precisa, el Mondiacult marcó para los gestores culturales, la sociedad civil, los creadores y quienes trabajan en el ámbito de la cultura, la fecha de nacimiento de las políticas públicas y la definición de lo que hoy entendemos por cultura.

Aunque el programa de esta edición aún no ha sido anunciado, se sabe que se conforma por sesiones de trabajo en las que los ministros, los gobiernos y los principales actores culturales del mundo abordarán algunas temáticas que conforman el eje del encuentro; mientras, se realizan eventos paralelos. Los ejes de este año son una oportunidad para evaluar los cambios de la agenda internacional en las últimas décadas: el mundo cambió en ese tiempo, dice Ottone, pero no las prioridades de la cultura.

“Cambió el entorno, el ecosistema se modificó por completo y necesitamos revisarlo hoy en día para ver cómo nos preparamos para el salto que se nos viene. Un salto donde la cultura no puede ser considerada la guinda de la torta (la cereza del pastel), sino que es parte integral de los elementos que la conforman”, abunda.