“Queremos mantener vivo un oficio que sería una maravilla no perder”, comentó Mirell Vázquez, de 44 años, profesora de restauración en la escuela-taller de La Habana, una institución de formación en artes y oficios.

En Cuba se desarrolló primero el estilo colonial en las viviendas con vitrales policromados en forma de abanico y molduras de madera que filtraban la luz solar y que ahora son vistos como un símbolo de La Habana Vieja, fundada en el siglo XVI.

Después, al inicio del siglo XX, los estilos procedentes de Europa comenzaron a mezclarse entre las grandes mansiones de las familias adineradas de la capital, ofreciendo una increíble variedad que inicialmente se importó de España y Francia y luego se facturó localmente.

En el Vedado, surgido en esos años como un barrio de lujo y donde se ubican las casas más bellas deLa Habana —la mayoría ahora propiedad del Estado y en distintos estados de conservación—, las construcciones y las fortunas se desarrollaron al mismo tiempo, detalla Vázquez.

Esta experta ha identificado unos 500 vitrales históricos en la zona, donde residían las familias acaudaladas vinculadas con industrias como la azucarera. Y una vez que usted pone una vidriera en un interior, usted está transmitiendo armonía, añade.

Así, el jardín de invierno de una mansión burguesa, transformada hoy en museo, exhibe un impresionante vitral con motivos florales que combina la opalina y la técnica de grisalla, un tipo de pintura utilizada específicamente para las vidrieras. La escalera de otra casa, actual sede de la Unión de Periodistas de Cuba, está adornada con un vitral del taller de la dinastía de los maestros vidrieros franceses Champigneulle.

El taller de iniciación para conocer los procedimientos básicos y la teoría se realizó en el marco de un programa más amplio de cooperación cultural denominado Transcultura. En su primera visita a la capital cubana, Chloe Cadet, de 26 años, estudiante de diseño de Trinidad y Tobago, quedó sorprendida por la riqueza de su patrimonio arquitectónico histórico y su buen estado de preservación, en comparación con el de su país.

“Durante el curso, hemos aprendido desde la historia del vidrio hasta cómo se fabrica el del tipo que se usa, la parte de los productos químicos, su preparación, corte y manejo, además de las medidas de seguridad”, asegura Franklin Alberto Sánchez, de 32 años, del Centro Nacional de Conservación de República Dominicana. “En mi país no hay la posibilidad de formarse en la restauración y conservación de estos elementos. La Habana era el mejor lugar para hacer este taller”.