Rafael Cauduro celebra trayectoria artística
La exposición de homenaje lleva por nombre “Un Cauduro es un Cauduro (es un Cauduro)”. Cortesía

“Para mí no es el maestro Rafael Cauduro: para mí es la persona con mayor capacidad de asombro en mi vida, alguien que puede apreciar hasta los más mínimos detalles y que me enseñó a asombrarme con la complejidad de una arañita; él me decía ‘la arañita tiene una vida, está esforzándose mucho en hacerla’. Pensando en ese recuerdo, veo cómo él siempre luchó por lo que creía, por darle una voz a quien no la tenía”, comentó Elena Cauduro Pérez, hija del pintor Rafael Cauduro (Ciudad de México, 1950), durante la presentación de la muestra “Un Cauduro es un Cauduro (es un Cauduro)”, homenaje a los más de 50 años de trayectoria del artista mexicano en el Colegio de San Ildefonso.

Durante la presentación también estuvieron presentes Liliana Pérez Cano, coordinadora de la exposición y directora de la Casa-estudio Rafael Cauduro, y Alesha Mercado, curadora. El gran ausente fue Cauduro mismo, quien, según señaló Pérez Cano, guarda la distancia por medidas precautorias frente al covid-19.

Pérez Cano, quien ha sido también esposa del pintor, comentó que la idea de realizar la exhibición surgió hace tres años, cuando se planteó la realización de un homenaje por los 70 años de vida del maestro, por lo que comenzó a gestionarse el préstamo de las obras de los coleccionistas privados, para acercarlas al público: “Esta exposición es posiblemente una de las más importantes en la trayectoria de Cauduro; aquí van a encontrar piezas nunca antes expuestas que forman parte de su colección personal y algunas otras que no han sido presentadas desde 1995”.

La muestra reúne más de 160 piezas del artista, apenas una pequeña parte, pues la obra entera, se calcula, rebasa las 800 piezas. Como indica Pérez Cano, “la obra de Rafael Cauduro forma parte del paisaje urbano y artístico de la Ciudad de México”. Su trabajo puede observarse en los murales de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (Los siete crímenes mayores, 2009), en el edificio Cauduro de la Condesa (El condominio, 2014), o en el ajetreo diario del metro Insurgentes (Escenarios subterráneos, 1990).

El nombre de la exhibición, según indicó la curadora Alesha Mercado, resultaría caprichoso, de no ser porque éste surgió al darse cuenta ella que “Rafael no tiene paralelo en el arte”. Nutrido de múltiples corrientes artísticas, pero sin adscribirse a ninguna, ha sido un creador que aprende conforme experimenta: “El maestro Cauduro es completamente autodidacta, que fue desarrollado un estilo completamente propio, y que es muy meritorio; creo que tiene un gran lugar en la historia del arte mexicano”.

La muestra está dividida en seis secciones que inician por los pasos de Cauduro en la caricatura durante sus primeros años de carrera, para posteriormente observar su preocupación por el paso del tiempo en “Huellas”. Para Alesha Mercado, Cauduro es un pensador de la condición efímera de lo humano: su obra retrata el deterioro, desde la evocación al prehispánico tzompantli —altar donde se colocaban cráneos humanos—, hasta los paisajes urbanos con muros y carteles roídos por el correr del tiempo.

Abarca desde el simbolismo de los trenes como espacios donde la vida en todo su esplendor trágico sucede, hasta cada uno de los múltiples personajes que pueblan su obra y que guardan en sus semblantes actitudes a veces dolorosas, a veces pasionales, como los habitantes del núcleo pictórico “Periferias”, en el que Cuaduro interpela su formación religiosa, oponiendo cuerpos dolientes a modelos de Cavin Klein, o ángeles con rostros lascivos como emisarios de un dios vengativo en pasajes inspirados en la destrucción de Sodoma y Gomorra.

Por otro lado, sus sentimientos más íntimos los observamos en las piezas que integran “Resquicios”, que van del erotismo a la ternura, y entre las que destaca una pintura de Liliana Pérez Cano embarazada, aunque su rostro es reconocido en más de una evocación de la belleza femenina.

Otro de los ejes que atraviesa la obra de Cauduro es la vulnerabilidad y la necesidad de reconocernos como seres sociales que dependemos los unos de los otros, visible en la sección “7 capítulos”.

Como dijo Elena, los temas que impactan la obra de su padre son aquellos por los que ahora se lucha para que sean visibilizados: la trata de blancas, la discapacidad, la migración, la injusticia: “Esta exposición es tan importante para mí porque representa la forma en la que crecí, la forma en la que mis papás me educaron y me hicieron ver la vida; para mí, esta exposición es ver a mi papá hablando, gritando lo que piensa en la manera más cruda y pura posible”.