Durante 40 años, el doctor y tanatólogo Federico Rebolledo acompañó a pacientes con enfermedades degenerativas o terminales en el difícil tránsito de enfrentar el dolor y la cercanía de la muerte. Un día, él mismo fue diagnosticado con cáncer terminal y, entonces, debió enfrentar la situación con sus propias enseñanzas, lo cual no fue nada fácil. Todo esto quedó registrado en el documental El último viaje, dirigido por Rodolfo Santa María Troncoso, el cual estrena en salas alternativas como la Cineteca Nacional.
En algunas escenas el propio doctor bromea con su situación: “puedo hacer en este lugar mi tanato ‘shower’, armar una fiesta, invitar a mis amigos, despedirme de todos, echarme unos chupitos y…, gracias que vine”. Y en otras, se le ve padecer la negación de su situación, la confusión, el dolor de su gente cercana y la preparación para la llegada de lo inevitable. “La muerte es un tema que nos atraviesa a todos. Cuando conozco a Federico es un loco que hablaba de la muerte para que la gente la pensara, pero era un luchador contra el dolor en los enfermos terminales”, cuenta Santa María.
El cineasta y el doctor habían comenzado a hacer una cinta sobre el trabajo que hacía este último, cuando llegó el diagnóstico fatal. El realizador entonces se alejó, hasta que el propio Rebolledo lo instó a seguir adelante. “Todo fue muy rápido, fueron ocho meses (hasta la muerte)”, comenta Valeria, hija del tanatólogo, que en su carrera atendió más de 2 mil casos. “Él todo la racionalizaba y yo le decía, ‘ok, sí, pero estamos tú y yo aquí, ¿qué hacemos?’ Me acuerdo que en su recetario siempre se preocupó por el cuidador y en el reverso de la receta ponía que el cuidador no debía dejar de hacer su vida por cuidar a otro. Le dije que eso debía borrarlo y lo hizo”, narra.
Durante el proceso la cámara siempre estuvo. Si había cosas éticas que de pronto llegaban a Santa María, pero la familia del doctor siempre vio que el cineasta se acercó con respeto. “Llegué a pensar que yo era como una especie de zopilote, incluso antes de que él enfermara”, reconoce el cineasta, “a él le gustaba ayudar y estar en el escenario, lamentablemente no vio el documental, pero creo estaría orgulloso”.