Como showrunner y productora ejecutiva en Televisa, Rosy Ocampo se ha dedicado por 40 años a contar historias infantiles y familiares que han logrado gran aceptación tanto en México, como en Latinoamérica y en el mundo, generando impacto social en la audiencia con historias que fortalecen los lazos familiares.
En casa, sus logros profesionales también impactaron, pero no de la forma que ella esperaba, especialmente cuando asumió el puesto de vicepresidenta corporativa de contenidos en Televisa.
La productora, quien fue homenajeada en la 28ª edición del Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF) junto a Verónica Castro, contó durante la conferencia magistral que ofreció que cuando recibió su primera gran oportunidad profesional, su hijo Santiago, de apenas tres años, dejó de hablar.
Los especialistas concluyeron que el menor necesitaba algo que sus padres no podían darle por completo: tiempo y atención. “Me sentía la peor mamá”, confesó Ocampo, quien se debatía entre aprovechar una oportunidad profesional única o priorizar el bienestar emocional de su hijo.
La solución llegó desde el compromiso de pareja: su esposo renunció a su empleo y asumió el cuidado de su hijo, permitiendo que ella continuara su camino en la televisión. “Mi esposo me dijo ‘no puedes perder tu oportunidad’. Y renunció y se quedó en casa. Fuimos de las primeras parejas en las que él se queda en casa”, compartió.
Después de aquel episodio Santiago se recuperó y ahora habla “más que un parlanchín”, bromea. También mencionó que su hija Monse vive en Los Ángeles haciendo series, y que Santiago estudia una maestría en Nueva York.
Contenido con impacto social
Para Rosy Ocampo, la familia no solo es el núcleo de su vida, también es la fuerza que impulsa su trabajo y su creatividad, lo que la motiva a idear contenidos que no solo brinden entretenimiento, sino que generan conciencia en la audiencia.
En la telenovela Papás por conveniencia, su más reciente producción, se abordó el tema del acoso sexual en menores, con sutileza, buscando que padres e hijos puedan identificar señales sin que la temática resulte perturbadora para los más pequeños.
“Es un tema complicadísimo y tenía que ser tratado con una sutileza tal que, si la madre lo veía, estuviera consciente del peligro que puede pasar su hijo o su hija ante un acoso. Creerle a la hija o al hijo lo que les está diciendo, y, por otro lado, el joven animarse a acercarse a la persona que más confía en el tema. Pero por otro lado no incomodar, no hacerlo tan obvio como para que las mamás apagaran la tele”, señaló.