Más allá de El gesticulador, la obra de teatro de 1938 que es la pieza que le dio fama, Rodolfo Usigli, el dramaturgo, novelista, ensayista, traductor y diplomático fue también poeta, aunque es su faceta más desconocida y la más inédita pese a los esfuerzos de Elías Nandino, que en 1938 publicó Conversación desesperada, el primer poemario de Usigli; y de José Emilio Pacheco, que en 1981 publicó en la UNAM Tiempo y Memoria en conversación desesperada, que contenía la mitad del manuscrito con poemas que preparó Usigli antes de morir.
En junio pasado, por la conmemoración de los 43 años de la muerte de Usigli, Ediciones Odradek publicó El olvido maravilloso, un libro de 67 páginas que reúne 31 poemas (en 13 se incluye los manuscritos de puño y letra) que Usigli escribió desde los años 30 a los 70, y desde diferentes partes de México y del mundo, como Beirut, Líbano, y Oslo, Noruega, y que fueron hallados en el archivo del escritor que conserva la familia Usigli Casas.
Este breve poemario que incluye fotos de Usigli y un dibujo que le hizo Agustín Lazo, da cuenta de su faceta como poeta, donde es casi un desconocido en el panteón de nuestras letras, dice su hija, Lavinia Usigli Casas, quien asegura que, revisando el archivo de su padre, “la verdad es que él empezó a escribir desde niño y confirma lo que siempre dijo: ‘Yo nací escritor a los siete años, poeta a los 14 y dramaturgo a los 30. Moriré dramaturgo y poeta. Sin morir como poeta ni como dramaturgo’”.
Lavinia Usigli asegura que por eso escogieron para la portada de El olvido maravilloso, una foto de Rodolfo Usigli jovencito, de traje y lentes, caminando en el barrio de San Miguel, donde vivía, en el centro de la Ciudad de México. También quisieron incluir los poemas manuscritos, de puño y letra de su padre. “Cuando hallé los manuscritos originales se los mandé a Odradek; pensé: ‘qué mejor que ver cómo y dónde escribía y ver los tachones. Siento que le dio frescura al libro’”.
Lavinia cuenta que en este libro (que para ella supone el redescubrimiento que pretende hacer de su padre) no quiso incluir poemas marcados por la tristeza, “sé que también mi papá se sentía solo y hay versos tristes, pero yo quería poner otra cosa, algo diferente, pequeño, no tan largo, algo más sencillo y menos atormentado. El maestro Alfonso D’Aquino (quien hizo la edición) tuvo la última palabra, él es el poeta y yo solo soy la hija del poeta, aunque yo descifré la letra de mi papá, no fue fácil, pero lo logré”, afirma.
En esa revisión del archivo de Usigli, el poco que Lavinia conserva en Cuernavaca, y que ocupa unas cuatro cajas, ella ha tenido varios hallazgos. Encontró, por ejemplo, la versión manuscrita de Jueves de Corpus, poema que se incluyó en el poemario que publicó Pacheco en la UNAM y al compararlo pudo hallar varios errores, “encontré el texto original de mi papá y lo pude corregir. Hay otras cositas muy pequeñas, hay que escoger el material, pero todavía quedan algunas cosas, tengo que seguir trabajando, ordenando un poco. Mi papá todo lo coleccionaba, afortunadamente; todo lo guardaba, él no tenía quien le ayudara, pero cuando se jubiló y se vino a México… él dejó su obra. Tenía obras cortas muy alegres, simpáticas y nadie las conoce”.
Archivo personal desperdigado
El archivo personal del también autor de Ensayo de un crimen, llevado al cine por Luis Buñuel; y de la trilogía: Corona de sombras, 1943; Corona de fuego, 1960; y Corona de luz, 1963, se encuentra separado. La mayor parte, más del 80% (unas 70 cajas) fue vendido por la familia a la Universidad de Miami, en Oxford, Ohio, en 1995. Pero era tan abundante que, años después, Lavinia envío otras tantas cajas.
“A Miami University les mandé tres cajas de teatro en francés, tres cajas de libros en francés que han de haber sido novelas; una caja de teatro en inglés, revistas de teatro, poesía en español; y tres cajas de documentos inéditos. En total fueron 16 cajas”, cuenta Lavinia Usigli, quien lamenta haber separado el archivo: “No es correcto desperdigar los libros, los archivos, pero aquí con tanta humedad y yo no tenía lugar donde tenerlos; doné unos a la Ibero, encontré otros que se quedaron por allí y tengo pendiente enviárselos”.
Y es que luego de la venta se enteró que el Centro Nacional de Investigación Documentación e Información Teatral Rodolfo Usigli (Citru), la Universidad de Miami y la Universidad Iberoamericana crearon la “Cátedra Rodolfo Usigli”, y entonces se le ocurrió donarle algunos libros a la Ibero. “Luego Sandro, mi hermano, donó otras cosas a la Universidad Veracruzana, porque le dedicó un ciclo a mi papá”. Y otras tantas cosas le dieron al Citru.
Lavinia dice que su papá dejó toneladas de cajas, “mi hermano no sabía qué hacer, en esa época, y ahora, al gobierno no le interesa conservar bibliotecas ni archivos. Aquí ya vimos que no hay interés en todos, José Luis Martínez tiene su biblioteca, Monsiváis... es complicado en México, tienen sus favoritos: Octavio Paz, Fuentes... ni modo”.