La colección primigenia, semilla, de 315 obras de arte contemporáneo internacional que el pintor oaxaqueño Rufino Tamayo (1899-1991) y su esposa Olga donaron en 1981 para la creación del Museo Tamayo no solo se ha triplicado, sino “sigue significando y dialogando” con la producción artística actual.
“Olga y Rufino crearon ese acervo como un pie de crecimiento. Hoy tenemos más de mil piezas. Es un cimiento que radica en su obra y que se expande y completa un ciclo, no de acción, sino de pensamiento”, comenta en entrevista Juan Carlos Pereda.
El curador de la obra de Tamayo desde 1986 detalla que, para el crecimiento de la colección, “ha sido un sumar desde diferentes frentes, como la generosidad de los artistas, el programa Pago en Especie y algunas adquisiciones. Hay obras que Tamayo nunca se imaginó, pero que aquí están. Se debe actualizar el acervo para cumplir con la vocación que él le dio al museo”.
De igual forma, señala que “las piezas hablan de lo muy contemporáneo que está ocurriendo. Tamayo tiene 30 años de muerto; pero la potencia de su pensamiento sigue viva, sigue siendo un punto de energía para seguir creciendo, sigue siendo una inspiración para ampliar y enriquecer la colección”.
Así lo prueba la exposición colectiva “El horizonte siempre se aleja”, que se inauguró esta semana y que reúne 50 piezas de 21 artistas que se han integrado al acervo los últimos diez años, con énfasis en aquellas que difícilmente se muestran al público. “Lo que estamos viendo es el crecimiento exponencial, contemporáneo, actualizado, de esa idea primordial que tuvieron al abrir este museo con una línea de arte internacional, que se sigue cultivando”, señala Pereda.
El especialista confiesa que le sorprende, por ejemplo, la instalación Cadenas cuadrillé (2019), de la artista argentina Mariela Scafati, hecha con suéteres, vestido, cuerda teñida y hierro. Esa ropa tiene un significado vivo, profundo, actual, de cómo las nuevas generaciones se vinculan objetualmente con el arte y cómo convierten en un discurso poderoso algo que subyace en un objeto ya creado. “Cuando uno escucha el discurso de Scafati se da cuenta de que el arte está vivo y que eso que Tamayo planteó para el museo está potencialmente ahí y que es capaz de conmovernos, de llenarnos de esa energía que propicia el arte”, destaca.
La artista habla de la historia que representa la ropa. Mucha de esta perteneció a su abuela y tiene una narrativa que por el material significa y resignifica un estatus, una vinculación con una realidad inmediata. “Al colocar una prenda de terciopelo refinado y un suéter de cachemira en una mesa donde vendedores ambulantes tenían objetos en Nueva York y los nudos rituales vinculados con el erotismo, cuenta una historia específica”, dice.
La muestra fue curada por Lorenza Herrasti, Ana Sampietro y Lena Solà, quienes partieron de preguntarse sobre el concepto de lo contemporáneo, sus implicaciones, su extensión y cómo los artistas son detectores sintomáticos de la situación geopolítica y social del momento. “Sabemos que si no existe una plataforma o un discurso curatorial o museográfico específico, hay muchas obras que normalmente no salen al circuito recurrente de exposiciones; es por ello que esta era la oportunidad para poder verlas”, explicó ayer Herrasti durante un recorrido.
Con esta selección, detalló, se establecen vínculos sobre la memoria y cómo se puede inscribir en el cuerpo. “Hacemos preguntas sobre la situación geopolítica actual, el paisaje, la violencia, el territorio y también sobre la identidad, la relación entre materialidad y el lenguaje”, dijo. “El horizonte siempre se aleja”, que se exhibirá en el Museo Tamayo hasta el próximo 27 de julio, incluye obras de artistas como Joachim Koester, Paloma Contreras Lomas, Cildo Meireles, Danh Vo, Mirtha Dermisache, Wolfgang Tillmans, Gabriel Orozco, Tania Pérez Córdova, Roberto Gil de Montes, Mariela Scafati, Francis Alÿs, Pablo Vargas Lugo, Carlos Amorales, Jorge Satorre, Simon Starling, Jonathan Monk, Mario García Torres, David Lamelas, Fernanda Laguna, Bruno Botella y Melanie Smith.