El lanzamiento de una nueva serie de Netflix ha puesto a Juan Gabriel en el centro de la conversación pública. El documental Juan Gabriel: debo, puedo y quiero, que llega a la plataforma el 30 de octubre con cuatro capítulos, profundiza en la vida y el legado del “Divo de Juárez” a través de material inédito, testimonios y archivos que revelan tanto las luces como las sombras de su trayectoria.
Por ello su nombre ha traído a la memoria colectiva otras anécdotas que rodean su leyenda. Entre estas historias está aquella en la que el cantante corrió peligro al asistir a una fiesta privada organizada por narcos colombianos.
Una fiesta marcada por la tensión
La historia, narrada de primera mano por Fernando Rodríguez Mondragón en su libro El hijo del Ajedrecista y en una entrevista concedida en el 2008, revela con crudeza el ambiente que se vivía en las fiestas privadas del cártel de Cali.
Aquella noche, Juan Gabriel fue contratado —sin conocer quién pagaba realmente su show— para cantar ante un selecto grupo de líderes del narcotráfico y sus familias. Todo transcurría dentro de la normalidad hasta que, hacia el final de su espectáculo, José “Chepe” Santacruz le sugirió al artista jugarle una broma a Gilberto Rodríguez Orejuela, el anfitrión de la fiesta.
Juan Gabriel, acostumbrado a interactuar con públicos diversos, optó por demostrar cercanía y, al concluir su actuación más emotiva, se dirigió al capo, le puso una mano en el hombro y le dio un beso en la mejilla. El gesto —que en escenarios habituales arrancaba sonrisas— aquí soltó la furia del líder narco.
Rodríguez Orejuela reaccionó de inmediato, presionando a los presentes y elevando la tensión en el salón. Solo la rápida intervención de otros capos, incluyendo al propio Chepe Santacruz, evitó que la situación se agravara. “En 20 minutos él ya estaba viajando de regreso”, escribió Fernando Rodríguez Mondragón sobre la evacuación urgente de Juan Gabriel, llevado al aeropuerto para abandonar Colombia esa misma noche.
Otros famosos contratados
El caso del elenco principal de El Chavo del 8 arroja un ejemplo similar. En 1986, María Antonieta de las Nieves, Rubén Aguirre y Edgar Vivar fueron convocados para la primera comunión de la hija de José “Chepe” Santa Cruz, uno de los jefes del cártel de Cali. La negociación fue gestionada por Horacio Gómez Bolaños, hermano de Roberto Gómez Bolaños, quien fungía como representante del grupo.
Fernando Rodríguez Mondragón dijo que el elenco de El Chavo del 8 recibió 220 mil dólares como pago total por ese evento. En contraste, Juan Gabriel recibió 500 mil dólares por su actuación.












